por Pedro Patzer
Entre
tweets, posts, mensajes de whatsapp, fotos de instagram, memes de redes
sociales, trolls a sueldo de los dueños del mundo (los que le ponen precio y lo
envenenan), alertas y emergencias informativas que nada tienen que ver con las
emergencias de la existencia, máquinas que taladran el pensamiento financiadas
por corporaciones que tienen como herramientas de negocios una estrategia
fundamental: que no descubramos nuestra voz, que no la despertemos, que tomemos
como propia la voz que ellos – y sus científicos de la vida y la publicidad
- confeccionaron para nosotros. Su voz
que viene colmada de fronteras, su voz que promueve la cultura de
desesperación, que edifica vulgares altares
para los que quieran y se empobrezcan lo suficiente para “pertenecer”; porque
sin duda, para pertenecer al mundo que proponen, hay que dejar a un lado las
propias riquezas, las voces que vienen de lejos, que llevan siglos dentro de
nosotros mismos y dar paso a las definiciones- sentencias, que los
neomercaderes del templo prepararon, esa voz que nos alista para que copiemos y
peguemos, copiemos y peguemos, copiemos y peguemos….hasta que ya no nos haga
falta pensar, hasta que ya tengamos suficientes frases hechas ante cada suceso,
así, nos convierten en ecos de esa voz, en repetidores de eslóganes, en
esbirros de los cientocuarentacaracteres
y nuestra mente poco a poco se hace papelera de reciclaje.
¿Pero
qué sucedería si nosotros, inocentes repetidores de la voz que confeccionaron
los dueños del mundo, de repente nos encontramos con nuestra Otra Voz? Es
decir, si de pronto comprobamos que la Mátrix tiene una falla, que el libreto
que aprendimos de memoria se evapora, que “la pareja” que constuyeron para
nosotros es parte del bostezo de nuestra “existencia”, que el veloz auto que
nos pusieron a disposición nunca nos lleva a otro lugar, porque tiene el GPS de
los que nos enseñaron a escribir sólo en el renglón, a rezar de memoria, a
consultar cada domingo lo que anuncia el horóscopo para saber qué camino tomar
en la semana o ,simplemente, caemos en cuenta que la profesión con la que nos
condecoraron comienza a ser la enfermedad que va apagando eso que los que se
animaron (la palabra animar viene del latín animare y significa “dar
vida”) a existir llaman espíritu.
La
Otra Voz aparece y cuestiona el monólogo del no ser del mundo, los “best
seller” de biografías de campeones que lograron triunfos individuales dentro
del sistema, del pobre que consiguió la victoria y se transformó en el bufón de
la corte, pero no sumó un triunfo colectivo. Es decir, se volvió un “rico” del
mundo empobreciendo su vida: conoció las grandes ciudades, pero no pudo hacer
nada para que florezca su humilde barrio, para cambiar la herida mortal de su
pueblo. La llegada de la Otra Voz, rompe la jaula, declara desierto el concurso
por un lugar en la nada, y promueve la “peligrosa” búsqueda de la vida desnuda,
de la conciencia de existencia y del compromiso por una realidad mejor, por una
vida más justa.
Octavio
Paz considera que los poetas consagran su labor a la traducción de la otra voz:
“…todos los poetas han oído, no afuera sino adentro de ellos mismos la otra
voz. Nunca la voz de aquí y ahora…sino la de allá, la otra, la del comienzo…”
Esta reflexión de Paz – además de enriquecernos – nos otorga una pista acerca
de la otra voz, y es que ella es la del comienzo, ella es la que estaba de
antes, incluso antes de cada uno de nosotros; sin embargo, esa voz, es nuestra
verdadera identidad, y pasar por aquí sin conocerla, sería el ansiado triunfo
de los dueños del mundo.
Para
aprendernos, debemos abrevar en el origen y para ello hay que tener una
profunda fe en la Otra Voz, como llave hacia el otro lado de la realidad, hacia
el otro lado de las cosas. Por eso es tan importante darle valor a todo aquello
que el mercado desprecia: La poesía; la obra de teatro, el libro, la canción y
la película que tanto dicen de nosotros; el Dios que te motiva a hacer algo por
el prójimo; el compromiso con algo que no sea rentable pero que sea vital, la
acción de hacer algo que no será apreciado por los economistas pero que
construye futuro, algo que nadie podrá robarnos. Comenzar a adquirir esa
conciencia de fortaleza, la de saber que hay otras cimas, la de comprender el
verdadero valor de nuestro tiempo (su valor humano, político, cultural,
existencial) el dejar de ser una sardina más del subte y caminar – como
hicieron los milenarios peregrinos, caminar para hallar respuestas en los
caminos, para encontrar caminos en los caminos. El poeta religioso alemán Ángel
Silesius, sostenía: “La rosa es sin porqué, florece porque florece... “ En
tiempos donde la mayoría de las cosas se hace para corresponder al dictamen de
la voz diseñada por los dueños del mundo, es necesario interpretar la Otra Voz
para construir un mundo para todos, un mundo sin dueños.