![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4RnhaL-DwapZVbgK2uvx6AUQXU_FuyJvje3S7amTgjoXITjWm2_14geBQm3fDWujPRd7PWANqgic_iqFq0oQVWEV-2-Q8rWTf3hSTCby8KYpa98DBrNJsC2pF27yJec1Qsu-WJA/s320/OTO%C3%91OS.jpg)
El niño que sigo siendo en mi mirada me pide upa: “no dejes de ver la cosquillita azul en cada cosa” Y es así que las astromelias perdonan en sus silencios, y las palomas insisten con ciertas plegarias; las manos con lunares de los ancianos que llevan la última receta de auroras y ponientes, los suicidas en las cornisas, como un coro de sirenas modernas; canillas gotean al mar que alguna vez navegaron los viejos profetas; viejas máquinas de escribir, llevan como epitafio un ocre recuerdo, los enamorados ofrecen inmortalidad en las plazas, los trenes se pronuncian ante el muro donde el día bosteza; Buenos Aires, dime: ¿Hacia dónde van esos peregrinos?
La ciudad calla, los que leen las instrucciones para aprender a volar miran el cielo y saben que muy pronto serán los elegidos
Pedro Patzer
mayo 2007
La ciudad calla, los que leen las instrucciones para aprender a volar miran el cielo y saben que muy pronto serán los elegidos
Pedro Patzer
mayo 2007