2/18/2020

Cuando la vida de los wichís sea noticia


Por Pedro Patzer



La mayoría de los argentinos sólo conoce la existencia del pueblo wichí, por la muerte por desnutrición de sus niños. Traídos de París por la cigüeña, creídos hijos de los barcos, europeos viviendo una experiencia latinoamericana, jugando a ser vaqueros a la caza de Sioux, el mapa cultural del mundo se le instaló con esa mirada: Civilización y barbarie. Que lo único que hizo fue hacer crecer la ignorancia. Hacer invisibles a los "bárbaros". El insulto preferido de la clase media argentina, "negro", es el producto de una pedagogía construida por los hijos culturales de los intelectuales que se emocionan cuando recuerdan su primera vez en París , pero se mueren sin conocer Chaco ( la región) no sólo físicamente, sino también  su cultura, su identidad y sus problemáticas.

"Un monte devastado lleno de botellas y bidones de plástico, poblado de pañales descartables,  con la gente que durante milenios conoció la nutrición del monte, ahora consumiendo refinados es la solución? ¿Es el paliativo?¿Gente de buena voluntad que se traslada por unas semanas a las zonas indígenas a brindar ayuda y a vivir la experiencia y deja una huella poblada de ausencia?. En tanto, los argentinos urbanos nos compadecemos, nos conmovemos y seguimos sin conocer nada más que los superficiales informes de desnutricion y muerte.” Este pensamiento es de la antropóloga y artista indigenista Silvia Barrios, que consagró su vida a recuperar las manifestaciones culturales de los wichís. Su reflexión nos invita a sacarle la careta a la agenda de noticias y de la cultura de una sociedad que actúa como si fuera una delegación de los cascos azules y se acerca a la problemática indígena, sólo cuando se desata la tragedia. Mas no trabaja para incorporarlos a la mirada cultural cotidiana de la nación . De modo que los wichís son datos eclécticos, postales exóticas, sermones de guías de museos describiendo una momia. La cultura argentina  debe dejar de mirar a nuestros pueblos originarios como el paleontólogo escruta  los fósiles de dinosaurios, y promover acciones para integrarlos. Porque los canales de noticias nos informan cómo mueren los wichís, pero nunca retratan cómo viven. Pareciera que nuestra sociedad en una hipocresía sin límites solo se acerca a estos indígenas ante la muerte. Se relacionan con ellos cuando mueren.

Silvia Barrios manifiesta, que se debe promover una  integración comprenda la complejidad de su cultura. Y es cierto, no podemos seguir con las aspirinas culturales. No es la (única) solución llevarle bolsones de arroz y fideos y medicinas, la auténtica solución es dejar de hacer de su monte un desierto, y de su río un cementerio de agua. En sus árboles y en su monte estaban sus alimentos y sus medicinas, sus plantas sanadoras, en su río latía la fuente de su existencia. En la tv y en los diversos portales denuncian que mueren los wichís, mas.no dicen que somos los fanáticos del dios consumo, y de la cultura unilateral, sus verdugos.

Un río no es sólo es lo que wikipedia dice que es un río. Un río es un Dios para el wichí, un dador del sustento y de la medicina natural. Si por los agrotóxicos se envenena el río, matamos a Achaj, entre los wichís , el Padre de los Peces. un Dios, que ha alimentado por siglos a esa comunidad.

Cada vez que derribamos un árbol, matamos, también un Dios, pero también un proveedor de alimentos y de remedios, con los que por siglos los wichís, se alimentaron y se curaron. Potsejalai. Deidad wichi que propicia el desarrollo de los frutos silvestres. Tapiatsol. en su mitología es el que enseñó a plantar semillas de melón, sandía, porotos y otras especies cultivables que recuperó después del diluvio. Estos dioses, esta cultura, esta pedagogía en forma de dioses, muere cada vez que el desmonte avanza.

Silvia Barrios, agrega: "El único camino es que esta ola verde,  la conciencia ambiental que crece en el corazón de los nuevos guerreros que se saben hijos de la Tierra, difunda,  exija y presione a los que toman las decisiones para ejecutar medidas estructurales desde un verdadero conocimiento y con la participación de los pueblos indígenas, ejerciendo además el control sobre las millonarias sumas (y sus responsables) que se asignan al tema y que no se sabe a dónde van"

Cuando transcurran  semanas y la noticia de la muerte de los niños wichís pase de moda, la gente de bien deberá trabajar para denunciar que su monte, su río y sus dioses se ven acechados por los depredadores que tiene cómplices que creen que cambiando de canal, los problemas se terminan y los wichís vuelven a ser invisibles.

2/13/2020

La máquina de la gente que habla sola


por Pedro Patzer

Fueron muchos siglos de hombres y mujeres considerados locos por hablar solos. No me refiero  únicamente a los años de los Hamlet y de los Julio César, lanzando monólogos shakesperianos sin que nadie les respondiera, o quizás sólo sus fantasmas, como les sucede a los otros que hablan solos. También considero a las generaciones de presos en calabozos dialogando con la luna cautiva, de afiebradas muchachas en conventos susurrando al oído de los amantes imaginarios, de Galileo anunciando para sí mismo: “E pur si muove”; de San Francisco de Asís hablando con los pájaros, de Dorrego, segundos antes de que el pelotón de fusilamiento ejecutase una de las máximas atrocidades de la historia argentina, perdiendo a viva voz su última discusión con Dios, ese que Lavalle no llegaba a ver, ni a escuchar, desde la distancia que separa a un verdugo de un condenado. Hasta el náufrago en la isla intercambiando ideas con las palmeras y el hijo de un Dios en la cruz  exclamando:”Perdonalos Padre, no saben lo que hacen”
Luego de tantos siglos de soledad, unos locos quisieron hacer justicia, se subieron a la azotea del mundo y le dieron a los incomprendidos la máxima invención: la máquina de los que hablan solos, la radio! Y no sólo dejaban de ser locos los que hablaban solos, también dejaron de serlo aquellos que escuchaban voces, cuando nadie se detenía a hablarles! A partir de ese momento el mundo se llenó de cuerdos que hablaban solos frente a un micrófono, y de otros cuerdos que hacían lo propio frente al aparato de radio. Así se iniciaron milagros de radio, desde el burrero que vivía con la radio pegada a la oreja, al paciente que en la cama de hospital se despedía de la vida, con un rosario y una radio en sus manos. De camioneros que ya no le tuvieron que temer a lo que calla la noche en los caminos, a pobladores de comarcas aisladas que comenzaron a comunicarse: “La señora Orfelina Marín de 55 años, hija de Celestino Marín y Rudecinda Peralta busca a sus hermanos (Aurora, Anastasio, Carlos Segundo, Rudecinda Esther, Raúl, Alicia Haydée y Mario) a quienes no ve desde los 11 años, momento en que marchó a Buenos Aires con la familia Canossa” (21 de diciembre de 1995, recopila el libro: “Mensaje al poblador rural” de Jorge Piccini). Milagros de radio como los de hacer reír a un país en épocas en la que la felicidad estaba prohibida, o hacer imaginar a una nación cuando el ejército de la literalidad invadía los ministerios , las escuelas y los corazones.
Una radio apagada, es como un libro cerrado, como una habitación vacía, luego de muchas noches de amor. Porque una radio encendida es la vida y el canto, como bien nos enseñó Antonio Carrizo, el San Martín de la radio argentina,
Como el español es uno de los pocos idiomas que posee  el plural de la palabra soledad, “soledades”; la radio del mismo modo, es el único medio que consigue hacer que la gente comparta su singular soledad, hasta transformarla en la gran compañía de muchos.

La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...