¿Qué pensará la aurora de los hombres que no la esperan, de los indiferentes que se hacen el nudo de la corbata luego de tantos condenados a la horca?
¿Qué pensará la estatua de los que hacen estatuas para embajadas donde nunca habrá niños que intenten romperlas, ni mendigos mearlas?
“La dulzura de los pianos no consiguió detener la guerra”, podría manifestar algún distraído, sin saber que sin pianos este mundo ya hubiera muerto
“¿Para qué sirve la poesía, si ya no se vende?” Cuestionan incesantemente.
Y nosotros, hijos del poema en la caverna y del haiku en el teléfono inteligente, respondemos: para adquirir el alma de todas las cosas que no se compran
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