Los poemas que no escribí se transforman
en feroces locomotoras varadas en museos que nadie visita,
los versos que no escribí devienen
en sirenas disecadas en mapotecas de odiseos embalsamados,
la poesía que no escribí se convierte
en los saludos cordiales de las cartas administrativas.
La poesía que no fui se parece
a los ojos en los que nadie ha encontrado miel,
a los solitarios amaneceres en las bolsas de comercio,
a las monedas que en las manos de los pordioseros, camuflan
los estigmas de los mismos cristos de siempre
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