7/20/2018

AMIGO

por Pedro Patzer

Amigo, el que le pone ojos a nuestros más ciegos silencios,
el que se hace libro cuando acechan las páginas en blanco,
el que nos ofrece el justo espejo, en medio de los espejismos,
el que se transforma en paso entre los días inmóviles,
el que no es indiferente ante lo que sólo a nosotros nos conmueve,
el que nos acompaña en las soledades de la multitud,
el que hace música, cada vez que pronuncia nuestro nombre

7/15/2018

Los Maleducados


por Pedro Patzer

Hay algo de sabiduría en los alumnos rebeldes, como si rechazaran a todo eso que los “ganadores” hicieron de la escuela: la escuela como zoológico del conocimiento, la escuela como cuartel de lo que se debe aprender para obedecer, la escuela como una espejo idiota que siempre devuelve la misma imagen irremediable, la escuela como la catedral de un dios hecho a la medida de los terratenientes del cielo.
Pareciera que en ciertos alumnos, a los que la aduana de la educación siempre ha estigmatizado como “malos alumnos”, hay algo de una rebeldía sana. ¿Acaso no es sano rechazar lo que nos enferma (el alma, el pensamiento, el camino)? ¿ Acaso es “normal” llenar las aulas con retratos de próceres que nunca sonríen, como si entrar en la historia fuera cosa de aburridos y resignados? ¿acaso es lógico citar pregones de mayo que rezan: “pastelitos calientes, para los negros sin dientes” y hacer que los alumnos se pinten con corcho quemado, y actúen de negros aguateros para el acto patrio y jamás explicarles por qué en nuestro país casi no habitan negros? ¿No habría que contar el injusto trato que recibieron? El caballo blanco de San Martín, la bandera que creó Belgrano, la matemática sólo como un asunto de cifras y cálculos, la historia como un esqueleto, en el que hay que memorizar cada uno de sus huesos y la literatura como un asunto de estatuas y de rebeldía de fin de semana o vacaciones. ¿Cómo la escuela puede seguir hablando de que somos el granero del mundo, mientras por la ventana los alumnos observan cómo pibes de su edad arrastran el mundo en un carro colmado de cartones? ¿Cómo se puede celebrar el día de la Independencia cuando todo el sistema cultural y comunicacional desde que nacemos nos inocula la idea de que somos del tercer mundo, de que somos subdesarrollados, de que somos habitantes de los márgenes, pobladores de los arrabales de la historia?
Un niño o una niña sienten en su alma esta contradicción: en la época en que tienen que ejercitar sus alas, adquirir herramientas para transformar la realidad, el mensaje oficial es la resignación. Se les ofrece los conocimientos para ser un empleado más del mundo, los modelos de exitosos son los famosos, conviven con automovilistas que quieren llegar primero, y a gran velocidad, a ninguna parte, sólo por el afán de derrotar al prójimo. Son educados como los alumnos sumisos que aprenden de memoria la lección, pero que no aprenden a hacerse preguntas, a cuestionar eso que repiten y repiten y repiten. Como sus padres, los amigos de sus padres y muchos otros “adultos”  repiten lo que escucharon en la tele.
Así, crecen entre gente que no sabe el por qué de su nombre, de su calle, de su historia, de su venida a este mundo.
Pablo Neruda, en el Poema XIV, manifiesta: “Quiero hacer contigo/ lo que la primavera hace con los cerezos” Los alumnos rebeldes sospechan que el sistema educativo quiere hacer de ellos, lo que el invierno de la historia hace con los cerezos.

La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...