9/25/2018

Charly García y la herida argentina


por Pedro Patzer

Año 2005: luego de recuperar para la democracia el predio de Floresta conocido como “El Olimpo”, que había sido utilizado por la dictadura como centro clandestino de detención, tortura y exterminio entre 1978 y 1979, y en el que fueron alojados setecientos detenidos, de los cuales sólo sobrevivieron cincuenta, un vecino se acercó ante las autoridades a preguntar si ya podía subir las persianas de su casa, ya que en 1978 los militares le habían ordenado bajarlas y desde entonces no se había animado a subirlas. Charly García fue los ojos de canciones que nos ayudaron a mirar el país mientras las persianas morales de la Argentina estuvieron bajas, mientras las hendijas apenas dejaban entrar retazos de realidad: “están las puertas cerradas y las ventanas también, ¿no será que nuestra gente está muerta?”
Charly García nació en 1951, el mismo año en que murió Enrique Santos Discépolo, y esto que parece sólo un dato de color, es un hecho fundamental ya que suele escucharse a periodistas manifestar que si Charly García hubiese nacido en Estados Unidos sería una especie de Bob Dylan. Esta ucronía no tiene en cuenta que la obra de García, como la de Discépolo, es profundamente argentina. “Escucho un tango y un rock y presiento que soy yo”, por lo que Charly García es  todo lo que lo hace ser Charly García porque es de acá. De haber nacido en Estados Unidos tal vez hubiese sido un genial pianista de música clásica, jazz o quizás Unabomber.
“¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?”, se pregunta Discépolo, y Charly García le responde: “Dios es empleado en un mostrador, da para recibir”.
Discepolín afirma: “...sufre y se destroza hasta entender/ que uno se ha quedao sin corazón…” y García aporta: “…Y que me dé la inyección a tiempo, antes que se me pudra el corazón”.
“Que el mundo fue y será una porquería”, sentencia Enrique Santos, y Charly lo acompaña: “este mundo te dirá por siempre que es mejor mirar a la pared.”
Tanto Discépolo como García consiguen mirar el mundo desde la herida argentina. Ambos son historiadores de la lastimadura argentina de su tiempo: ¿Acaso podríamos comprender la herida argentina del Siglo XX sin “Cambalache” (“Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor,/ignorante, sabio, chorro,/ Generoso, estafador”) y sin “Alicia en el País” (“Estamos en la tierra de nadie, pero es mía/ Los inocentes son los culpables, dice su señoría”)? ¿Podríamos entender las soledades porteñas sin “Cafetín de Buenos Aires” (“Cómo olvidarte en esta queja,/ cafetín de Buenos Aires,/ si sos lo único en la vida/ que se pareció a mi vieja”) y sin “No bombardeen Buenos Aires” (“Los gurkas siguen avanzando/ los viejos siguen en T.V./ los jefes de los chicos/ toman whisky con los ricos/ mientras los obreros hacen masa/ en la Plaza como aquella vez”)? ¿Podríamos recuperar el dolor de nuestros desesperados sin “Yira Yira” (“Cuando rajés los tamangos/ buscando ese mango/ que te haga morfar/ La indiferencia del mundo/ que es sordo y es mudo/ recién sentirás”) y sin “Los Dinosaurios” (“Los amigos del barrio pueden desaparecer. Los cantores de radio pueden desaparecer. Los que están en los diarios pueden desaparecer. La persona que amas puede desaparecer. Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire. Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle”)?
Un psicólogo confesó cierta vez que en una sociedad enferma el loco es el más cuerdo, ya que no es sano ser “normal” entre salvajes y violentos. “No paro de nadar en el mar de la locura, que usada por un buen loco se convierte en puentes, aviones, alegría y más ayuda social que algunas empresas…”, escribió Charly en su libro “Líneas paralelas”. La “locura” de Charly García está hecha de la lucidez de quien no puede olvidar que creció entre matanzas: “Yo que nací con Videla/ yo que nací sin poder/ yo que luché por la Libertad y nunca la pude tener/ yo fui educado con odio y odiaba la humanidad…”. ¿Cómo vivir “cuerdamente” ante la moral de los caníbales? “No sé por qué vas hacia ese lugar donde todos han descarrilado”. ¿Cómo aceptar ser tan sólo un ladrillo más del viejo muro?. “¿Estás harto de estar en tu lugar?”
El  primer disco que publicó Charly García lo hizo con Sui Generis y se llamó “Vida”, e irónicamente lo empieza con “Canción para mi muerte”. En 1976, el mismo año en que irrumpe la dictadura, Charly funda una banda a la que bautiza: “La Máquina de hacer pájaros” ¿Cómo es una máquina de hacer pájaros? ¿Por qué en medio de semejante tragedia, García elige este nombre para su nuevo conjunto? Los indios de Norteamérica veneran a un ave sagrada que origina el rayo y el trueno. ¿Será que Charly apela al ave mítica para originar un gran rayo que parta a los tiranos?
García, que a los doce años pintaba como un genial pianista de música clásica, de hecho a esa edad se recibió de profesor de teoría y solfeo por lo que le ofrecieron una beca para ir a estudiar dirección de orquesta a Italia pero él la rechazó, confesó en un reportaje: “Compré millones de cosas que rompí para ver cómo eran por dentro”, y así decidió destrozar el piano de las academias y los concertistas, el piano de los sonidos oficiales del mundo, el piano de la manada y de los peros, y eligió lanzarse a descubrir el otro corazón que había en el piano, el corazón de la herida argentina: “Gracias a los que remaron conmigo en lograr que dos corrientes que fluían en ríos paralelos se fundan en el mar que nunca rechaza ningún río. La MÚSICA y la ambientación artística tienen más poder que los gobiernos y las divisiones entre por ej., los argentinos. ¿Qué hay de malo con la paz y el amor y la libertad? “I´dliketoturnyouon”. IMAGINEN”
Tal como Discépolo que decidió ser más que un gran poeta de tangos y ser un poeta del pueblo, Charly García eligió ser el que recuperaba con canciones todo lo que su pueblo había preferido callar: “Ayer soñé con los hambrientos, los locos/ los  que se fueron, los que están en prisión. Hoy desperté cantando esta canción”.

















9/11/2018

La Fuerza


por Pedro Patzer


En tiempos en que los gimnasios se llenan de hombres y mujeres en busca de la fuerza, habría que recordarles que la madre de Miguel Ángel murió cuando él tenía seis años, por lo que el escultor italiano fue criado por la mujer de un picapedrero. Miguel Ángel tuvo la fuerza de espíritu necesaria para poder comprender la dimensión del amor de esta familia de obreros de la piedra, tanto es así que consiguió sacar de una roca de mármol la más célebre escultura de todos los tiempos: El David.
Martín Luther King,  ya herido mortalmente, usó sus últimas palabras, para pedirle al músico Ben Branch que esa noche tocara de la manera más hermosa. Él tuvo la fuerza para entender que su legado persistiría en todos aquellos que estén del lado de la música del mundo.
Fray Luis de León fue apartado de su cátedra en la universidad y apresado por la “Santa Inquisición”. Luego de cinco años en prisión, fue restituido, y sus primeras palabras en el aula fueron: “Como decíamos ayer…” Es decir, ni la censura, ni el calabozo, ni la opresión, pudieron con la fuerza de su verdad que se mantuvo intacta.
Sixto Palavecino, cantor y violinisto santiagueño, tenía la necesidad de cantar chacareras en el idioma de su comarca, el quichua, por lo que tuvo la fuerza de voluntad de hacer, con la madera de una vieja mesa, su primer violín, con el que le enseñó a la Argentina el lirismo de su idioma.
La orden de la Estrella se fundó en 1911 para proclamar la llegada del “Instructor del mundo”. Por lo que sus dirigentes educaron al niño indio Krishnamurti, para que en un futuro ocupara tan importante rol. Sin embargo, fue el propio Krishnamurti, el que en 1929, cuando asume como líder, disuelve la orden de la Estrella. El que había sido preparado para ser el instructor del mundo, tuvo la fuerza para comprender: “… yo no quiero seguidores, y quiero explicar esto. En el momento en que usted sigue a alguien, usted deja de seguir a la Verdad. .. Yo deseo librarlo de todas las jaulas, de todos los miedos; y no fundar religiones, nuevas sectas, ni establecer nuevas teorías ni nuevas filosofías…”
Apenas recibida de Licenciada en Filosofía y Letras, Leda Valladares viajó a Cafayate y escuchó cantar vidalas a unas copleras. Fue tan impactante lo que sintió que decidió abandonar para siempre la filosofía occidental, y tuvo la fuerza de consagrar su vida a estudiar, cantar y difundir esa “música de indios”, a la que nuestra “cultura oficial” siempre le había dado la espalda. 
La fuerza es eso que tuvo Chicha Mariani, para buscar a su nieta desaparecida, haciendo del dolor, una herramienta de esperanza; y aunque se murió sin hallarla, dejó un gran mensaje: el que busca con amor, cambia el mundo. 
Cuando ande en busca de la fuerza, no vaya al gimnasio, busque entre la gente. 

La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...