12/30/2014

Un mapa sonoro del país

Pedro Patzer es un ejemplo de la importancia del guión radial, a través de su gran trabajo en FM La Folklórica
Por   | Para LA NACION
Pedro Patzer estudió Letras y es guionista y docente en el Iser y en Eter. Su labor como guionista de contenidos ha cobrado gran relevancia en la última década. Se desempeña en ese rol en La Folklórica (FM 98.7) desde 2003. Es ganador de cinco premios Argentores por su escritura para la radio y, además, obtuvo hace días el tercer puesto en el Premio Nacional de Guiones de Radio y TV, otorgado por la Secretaría de Cultura. A su vez, publicó libros de poemas, y su primera obra de teatro, Epígrafes, fue seleccionada y representada en el ciclo Teatro x la Identidad, de las Abuelas de Plaza de Mayo. Porque ejerce una profesión no habitual en las emisoras es que la nacion dialogó con este profesional que tiene un aspecto más bien eslavo (es rubio de ojos celestes). "Mi abuelo vino de un barco, pero yo voy a la Pachamama. Ésa es mi definición. Y por esa razón estamos tratando de pasar a sonidos, a palabras, el otro mapa de la Argentina, que está en las manos del zafrero, en la canción solitaria del pescador del Paraná, que está en medio del río. Tratamos de hablar del viento, de la selva, de las pequeñas patrias que hay en la Argentina secreta, con gente que realza nuestra cultura. Todos estos textos de mi autoría los volcamos en una sección que se llama «Salamancas» y «Caminos», que son documentales artísticos y quedan plasmados con la voz de la locutora Stella Maris Tovarich, el actor Oscar Naya y la edición de Tano Salvatori y Celso Miño. Son pequeños micros, documentales repartidos en varios bloques que se van intercalando durante la programación", explica.
Todos los días hay un tema distinto. Puede ser un canoero, la inundación, los mineros, el carnaval, Yupanqui, Jaime Dávalos o Mercedes Sosa. "La idea es que haya un contenido que hable de esta Argentina profunda y de esta América que lo tiene todo, aunque falten muchas cosas", dice. Cuando el equipo arrancó con la propuesta se preguntaba cuántos micros podrían llegar a hacer. Pero esa duda se transformó en nada menos que mil trabajos. "A La Pampa, por ejemplo, le robaron un río. A partir de ahí se armó un movimiento de artistas que le cantan a ese río. Después, el mundo de los santos clandestinos y profanos; las comidas: el guiso es un manifiesto de nosotros mismos, una manera de ser. Éste es un país de trenes y de cultura ferroviaria. Un tren que fundó pueblos y los hizo desaparecer. El misterio de la Pachamama. Antes de que llegara Greenpeace, acá estaban las curanderas mapuches, que te preguntaban por tus sueños, indagaban en ellos y sanaban con hierbas. Esa relación con la madre tierra, el misterio de los ritmos, los pájaros, la milonga y el paisaje que condiciona la vida de la gente", reflexiona Patzer.
Para este creativo, uno de los problemas que tiene la radio es que "hay mucha gente que habla sin decir nada. Por eso nos propusimos acercarle a la gente historias, leyendas, comidas y concretar una radio que amalgame a todo el folklore. Creo que las emisoras temáticas van a ir avanzando. Es una manera de celebrar la palabra y al espíritu autoral de la radio".
La idea de una radio guionada persigue como objetivo darle otro valor a la palabra, celebrarla, transmitirla y aprovechar el mensaje. "Eso mismo hacen Alejandro Dolina o Miller y Coggia, los chicos que trabajan con Pergolini en Vorterix, o las radios cooperativas o universitarias. Hay mucha gente tratando de decir cosas: muchos Dolinas en el país, muchos Larreas, Pessoas, Bravos o Mir. No creemos en esas radios de tres tipos que se juntan en una mesa a contar lo que les pasó ayer. Falta música en la AM, sobre todo argentina y latinoamericana. Los chicos no saben quién fue Homero Manzi o Yupanqui. En eso también tiene que ver la radio. Se puede lograr, no hay que rendirse", concluye..

12/08/2014

Santos Guayama, el gaucho que murió nueve veces





Santos Guayama, el gaucho que murió nueve veces

 por Pedro Patzer

Uno de los que encarnó el misterio de eso que llamamos ser gaucho (no el gaucho de desfile, ni de centro tradicionalista, sino gaucho a los Güemes, gaucho hijo de la intemperie cultural de la América morocha) fue el sanjuanino José de los Santos Guayama, un héroe de los confines de nuestra historia (o de la historia verdadera, la que fue de indio en indio, de gaucho en gaucho, de silencio en silencio, de fogón en fogón, de guitarra en guitarra, de muerto en muerto) al que su pueblo le ha levantado el más importante monumento que se le puede erigir a un hombre: lo hizo leyenda (Ironía del destino: la misma provincia que diera a Sarmiento, el que llamaba bárbaro al gaucho, dio a un gaucho al que su pueblo santificó) Tan fundamental era la presencia de Santos Guayama para los descalzos, que los hombres de botas urdieron nueve comunicados oficiales de su muerte, en todos aseguraban que el gaucho rebelde había sido atrapado y fusilado, lo que produjo una reacción mágica del pueblo que lo bautizara: "el hombre que murió nueve veces". No existe más eficaz certificado de eternidad de un héroe popular que su sentencia de muerte expedida por los tiranos. En realidad (o en mito) , ocho veces, ocho hombres decidieron entrar a la muerte con el nombre de Santos Guayama, porque Guayama era como la copla popular, anónima, de todos y de nadie. Por eso, cualquier descalzo ante el yugo del verdugo afirmaba ser don Santos, y así consagraba su fusilamiento a otro renacer del Guayama del pueblo. Es decir, un héroe está hecho de las hazañas de muchos desconocidos, como el canto de Martín Fierro está conformado por todos los silencios de los nadies. El zonda, biógrafo oficial de Santos Guayama, señala, en sus antiguos cuadernos de tempestades, que Guayama llegó a ser lugarteniente del Chacho Peñaloza y teniente coronel en las filas de Felipe Varela y que luego fue él mismo un caudillo que, entre muchas aventuras, lograra en 1868 controlar la capital riojana y hacerse de 200 fusiles. Es decir, Santos fue uno de esos elegidos por la tierra para llevar a cabo el alarido que los ríos, cerros, selvas y desiertos sugieren desde hace siglos en este continente. Aunque la historia oficial lo haya desdeñado o eludido, “el hombre que murió nueve veces” alcanzó eso que jamás consiguieron Sarmiento, Mitre y Rivadavia: Santos Guayama se transformó en un santo de pueblo, en un gaucho sagrado intérprete de las plegarias de los desesperados, que le levantan ermitas, le encienden velas, y le adjudican milagros chiquititos pero fundamentales, como un pedazo de pan o un sorbo de agua. De hecho Guayama lidera en 1860 “la rebelión lagunera”, cuando las lagunas de Guanacache comenzaron a secarse por las tomas hechas aguas arriba, perjudicando, como siempre, a los de abajo. Un hombre que llevaba en sus venas los ecos de los bañados huarpes, no podía mantenerse indiferente ante semejante acontecimiento. Como tantos bandoleros divinos, Santos Guayama robaba y repartía entre los pobres, esto - entre otras cuestiones que demostraban la sensibilidad de Santos con los humildes - hizo que el padre Brochero, el cura gaucho, se acercara a él y forjara una amistad que duró hasta la última muerte (la novena) de Santos Guayama en 1879. “Montonero de Guayama,/ el del poncho calamaco/ y la vincha colorada…/ el del caballo de acero/ y la montura chapeada;/ el que lleva su hidalguía/ en la punta de su daga/ y el que tiene cien victorias/ en su lanza de tacuara…/ ¿A dónde vas, montonero, montonero de Guayama?”. (“Los Gauchos de Guayama” de Miguel Martos) La mayoría de los argentinos jamás escuchó hablar de Santos Guayama. 
Cierta vez Arturo Jauretche propuso dar vuelta los mapas del mundo y hacer que el mundo comience desde el sur. Habrá que hacer lo mismo con nuestra historia, darla vuelta y hacer que ella empiece por los héroes de los de abajo.

12/04/2014

VICENTE Y LAS PALOMAS

En épocas en que traen aguiluchos, caranchos y halcones para matar a las palomas, un hombrecito consagra su vida a darles de comer...esta es la historia de Vicente, uno de los guardiantes del otro tiempo de Buenos Aires

11/25/2014

UN MAPA SONORO DEL PAÍS - NOTA A PEDRO PATZER - DIARIO LA NACIÓN



http://www.lanacion.com.ar/1746435-un-mapa-sonoro-del-pais

Churrinche, el trashumante de Quilmes

Imágenes integradas 1

Churrinche, el trashumante de Quilmes
por Pedro Patzer


Como el campo tiene sus leyendas, sus bandoleros, sus santos, el conurbano bonaerense posee sus personajes folklóricos, artistas de las horas secretas de las ciudades, pájaros urbanos que los ornitólogos no consiguen clasificar pero que anidan en los corazones de los transeúntes. Estos personajes son las verdaderas postales de estas ciudades, próceres que libran las batallas cotidianas por la existencia, ellos nos enseñan a romper los manuales del vivir y a desplegar los mapas de las ciudades escondidas en nosotros. Así hallamos en Turdera a un hombre que dice ser dueño de los trenes , y en  Berisso a una mujer que asegura ser la viuda del río de la Plata,  en Tigre a un muchacho que se presenta como el novio de la sudestada , en Temperley a una señora que tiene un gato por cada desamparo, en Morón una esquina se ha transformado en imperio ya que un noble personaje la ha declarado su reinado, cantores de cuadra en Lanús , magos de domingo en Avellaneda, milagreros de kermés en Lomas de Zamora. Entre estos ciudadanos ilustres del alma del conurbano, encontramos a uno que se ha transformado en el embajador universal de Quilmes: Churrinche, el trashumante del sur bonaerense
Nadie sabe con certeza en qué barrio quilmeño vive el errante Churrinche, aunque todos saben que Quilmes comienza donde anida Churrinche. Como su apodo lo señala, este hombrecito es una especie de pájaro que con su vuelo suburbano corrige el chiquitaje del cielo cotidiano. Dicen que tiene cincuenta y pico, dicen que nació en una de las villas que rodean al centro de Quilmes, dicen que su verdadero nombre es Claudio, Gustavo o Julián, dicen que su tapado debiera ser la bandera de Quilmes, dicen que se tiñe el pelo de rubio (porque se ha dorado con los soles clandestinos que se desatan en la noche del conurbano), dicen que en las muchas bolsas que arrastra, de un lado a otro, guarda los juguetes envejecidos de la ciudad, las sortijas de las desaparecidas calesitas, los olores de las viejas confiterías de Quilmes; dicen que es un encantador de perros, que cual flautista de Hamelin , lo siguen al escuchar su singular risa; dicen que Churrinche es el eco de los Kilmes caminando más allá de la historia; dicen que  dicen que dicen, y todo esto que dicen es lo que hace de Churrinche el personaje más folklórico de Quilmes, porque Churrinche sabe todo lo que se desnuda cuando la luna del conurbano se quita el ropaje. Churrinche conoce cuán irremediables son los recuerdos a la intemperie. Churrinche intuye las calladas conversaciones con las estatuas de la madrugada, los monólogos de orfandad del San Martín de bronce. Churrinche advierte que los fantasmas andan de traje y corbata. Churrinche sospecha qué hombres y mujeres son el bostezo de Dios. Churrinche comprende quién es el esclavo de la noche y quién el dueño del día. Churrinche descifra cuántos silencios descarrilan en la noche de la estación. Churrinche presiente que todos somos huérfanos ante la sudestada. Churrinche entiende que la mayoría ignora el amanecer. Churrinche sabe cuántos desiertos se desatan en la noche de la ciudad. Churrinche aprende, cada vez que duerme en el atrio de la Iglesia, dónde se alcanzan los auténticos milagros humanos. Churrinche intuye que la mirada de ciertas personas dicen más que muchos manuales de historia. Churrinche entiende que entre el pan y el arroz, hay una especie de redención. Churrinche advierte que se puede ser San Francisco de Asís en San Francisco Solano. Churrinche sabe reírse de los que se creen dueños de algo. Churrinche conoce de qué patria son los himnos que los perros ladran al atardecer. Churrinche  sabe de planos y de arquitecturas del desamparo. Churrinche comprende que en realidad los trenes nunca nos llevan a otra parte. Churrinche presiente que la historia funda la ciudades pero los hombres le dan vida. Y así, cual principito del conurbano, Churrinche, va de planeta en planeta,  de mirada en mirada, tratando de hallar los tesoros secretos de Quilmes, golpeando las puertas de los corazones de sus habitantes para que imiten su ejemplo y se asuman peregrinos que siguen las huellas de los Kilmes en su caminata de siglos hacia un horizonte más justo.   





11/20/2014

VOLVER AL POEMA

volver al poema, a ese silencio que no es otras cosa
que una pregunta del espíritu
desandar los viejos caminos del mundo
y estrenar un nuevo corazón

pedro patzer

11/04/2014

PREGUNTAS A LA ARGENTINA SECRETA


Preguntas a la Argentina secreta
por Pedro Patzer

¿A qué anciano se parece el cardón resistiendo siglos de viento? ¿Cuántos adioses contiene el vuelo del chingolo hacia el país del atardecer?¿Será la huella que sólo descifra el baquiano, el renglón donde el cerro firma su secreto contrato con la Pachamama? ¿La cuerda de qué guitarra gaucha es el río Paraná? ¿La lanza de qué tribu el río Pilcomayo? ¿El tambor de qué ceremonia es el sol que se echa en el bañado inaugurando el ancestral ritual de la noche y sus máscaras? ¿Sobre el tinglado de qué galpón la luna salvaje se confunde con un grano de maíz? ¿El que entiende el valor de un grano de maíz, alcanza la luna con sólo mirarla? ¿De qué patria de infancia será himno el motor del rastrojero?¿De cuántos galopes está hecha la noche?¿De cuántas cruces, el silencio del campo?¿El árbol que cede su alma para la guitarra, sabe que nunca más dará sombra? ¿Cuántos ecos de tapera caben en un vagón abandonado? ¿Cuánta madre y niñez en la palabra acuarela? ¿Cuántos países consigue decir el silencio de la campana de la escuela de comarca y cuántos países calla el silbido del peón? ¿Serán los guardapolvos de los changuitos de las remotas escuelitas las auténticas banderas de la patria del corazón?¿Cuántos santos, mates y leyendas caben en la cabina del camionero? ¿Cuánta vida y cuánta muerte median entre las manos de la curandera y las del despenador?¿Qué pensará de sus días perdidos el viejo rastreador? ¿A qué remota querencia de su alma irá a buscarlos? ¿En qué lugar del olvido hacen nido los pájaros de la milonga? ¿En qué lugar del viento la plegaria se convierte en yaraví? ¿Es el caballo salvaje un animal engendrado por el horizonte? ¿De cuántos horizontes es huérfano el linyera de llanura? ¿Es el alambrador un carcelero del cielo bagual? ¿A qué modesto y redentor paraíso ascienden los de abajo cada vez que cantan una arribeña? ¿Cómo ha conseguido el payador ponerle seis cuerdas a la soledad? ¿En el canto de qué misteriosa ave se ha convertido el silbato del tren que ya no pasa más por el pequeño pueblo? ¿Acaso es la misma luna la que brilla en el río y la que se refleja en el machete? ¿Acaso es la misma noche la del minero que la del hombre de ciudad? ¿De cuántas coplas no dichas está hecho el mate amargo, de cuántos sabores de errantes caminos se conforma el guiso? ¿De qué estrella perdida nos habla el único farolito del paraje? ¿Qué idioma milenario recupera el viento en el cañaveral? ¿El corazón de qué raza retumba en la caja chayera? ¿Cuántas alegres tristezas se celebran en el carnaval? ¿De cuántos cerros está hecha la ausencia de Jaime Dávalos? ¿Cuántas américas se hospedan en la mirada de Atahualpa Yupanqui? ¿Cuándo la zamba le devolverá al río todo lo que le ha prestado? ¿Cuántos altares ha creado la espera en los andenes de provincia? ¿Es la puna el rezo hereje del paisaje? ¿Cuántos consejos otorga el viejo algarrobo en su centenaria mudez? ¿Cuántas sinfonías campesinas nacen entre los cantos del grillo y del gallo? ¿En qué cantata se convirtió el vocerío de la muchedumbre de la desaparecida estación? ¿Cada cuántas piraguas el río Uruguay entona su sapukay de barro? ¿Cuántos verbos de alfarería y cuántas ceremonias indias conforman el caudal del río Calchaquí? ¿De cuánta sed continental está hecha la chicha? ¿Será el socavón el sexo de la tierra? ¿Cuánto cielo de indoamérica perdura en el cóndor pasa? ¿De cuántos movimientos culturales nos habla la quietud del valle? ¿De cuántas botellas está hecho el país de los caminos de la Difunta Correa? ¿Cuántos rojos le roba el atardecer a las ermitas del Gauchito Gil? ¿Cuántos hijos de Martín Fierro pueblan las villas y las prisiones? ¿Alguien puede enseñarnos amar la libertad como el hombre que libera a los jilgueros? ¿Alguien puede enseñarnos más de la riqueza que el mendigo que le da de comer a las palomas? ¿Algo puede enseñarnos más de geografía que una tonada, que una comida de pueblo, que un mapa latente en la mirada del provinciano que extraña las confesiones de su río?

10/27/2014

Elegía de los buzones de Buenos Aires



Elegía de los buzones de Buenos Aires
por Pedro Patzer

El siglo XX tenía 29 años cuando Jorge Luis Borges escribió la elegía de los portones de Buenos Aires. Es decir, cuando Borges lamentó, poéticamente, la pérdida de las tradicionales puertas de su ciudad: “Esta es una elegía/ de los rectos portones que alargaban su sombra/ en la plaza de tierra...Ésta es una elegía/ que se acuerda de un largo resplandor agachado/ que los atardeceres daban a los baldíos...Ésta es una elegía/ de un Palermo trazado con vaivén de recuerdo/ y que se va en la muerte chica de los olvidos…” Tal vez ahora, cuando el siglo XXI es apenas un adolescente rebelde, sea tiempo de urdir la elegía a los buzones de Buenos Aires.
Como si fuera un muchacho de otro tiempo, que espera en la remota esquina a que su primera novia (aquella ciudad) regrese con la primavera perdida. Así, el buzón, el último aristócrata del arrabal, aguarda la llegada de la carta que cambie el curso de su inmóvil día: “Te escribo estas líneas a mano, porque es tan hondo el dolor que siento que mi cuerpo necesita palparlo” A veces pareciera que el buzón protestara: “Yo no soy una estatua” “Yo no soy un monumento de ninguna batalla del silencio” ¿Acaso nadie le advirtió al buzón  que él es un monumento del remoto balbuceo del otro Buenos Aires, la estatua de la ciudad colmada de posdatas?: “Te amaré por siempre” “Mi renuncia es indeclinable” “Espero con mucha paciencia tu respuesta” Otras, pareciera que el buzón quisiera decir: “No me confunda, no soy el antiguo vigilante de la esquina”: ¿Acaso el buzón es un mendigo recibiendo la limosna de la luna o apenas un polizón escondido en esta vieja nave que llaman ciudad? ¿Será un ancla o tan sólo el gran artefacto de la nostalgia porteña? ¿Cómo se mide la edad de un buzón? ¿Cada cuántas cartas cumple años? ¿Dónde se fueron las sombras de las esquinas de sus solitarios días?
Esta es la elegía de los buzones de Buenos Aires, un lamento por su pérdida, una especie de adiós. Si bien siguen funcionando, y todos los días pasan carteros a retirar las esquelas, los buzones son cada vez menos. Buenos Aires llegó a tener más de 1400 buzones, hoy apenas persisten 150 ¿Qué sería de las esquinas de la Reina del Plata sin estos mensajeros de la paz? ¿Quién formulará sus preguntas atardecidas? ¿De cuántos Buenos Aires es huérfano el buzón? ¿Será el único que prosigue de pie ante el lamento de la sudestada, cual linyera del viento, cual profeta de la otra orilla de la tempestad?
Esta es la elegía de los buzones de Buenos Aires, un lamento por su pérdida, una especie de adiós. ¿Será acaso el buzón, el centinela de la última posdata del día, el fiel testigo de todo lo que hace la noche porteña cuando Dios padece insomnio en sus esquinas? ¿Será el buzón el espantapájaro de ciudad , tal vez su espanta ángeles? Aunque, sin duda, el buzón es el biógrafo del ángel secreto de Buenos Aires.
Dicen que el mejor amigo del buzón es el bar, juntos conquistaron el viejo corazón de las esquinas porteñas: ¿Alguien llevará las cuentas de las veces que Discepolín miró al buzón desde el cafetín? ¿Habrá pensado en las cartas perdidas, en las cartas que jamás escribió? ¿Cuántos poetas habrán soñado con escribir una carta abierta al mundo, y echarla en el buzón?
El buzón es confesor del perro y consejero de los gorriones, el único juguete que le queda al adulto en las esquinas, puerto de barquitos de papel, antólogo de conversaciones: de la prostituta con el redentor, del lustrabotas con el descalzo, del rico cartonero con el pobre millonario.
¿Cuántos compradores y vendedores de buzones habitaron esta ciudad? ¿Será el buzón pariente del mensaje en la botella? Sin duda lo era para el curda que lo confundía con un oráculo griego en plena avenida Córdoba.
¿De qué está hecho su silencio, será que en la boca del buzón permanece intacto el chamuyo de Buenos Aires, las letras de los tangos instrumentales, los piropos (a las muchachas de ayer)? ¿Cuántos compadritos se acodaron en el buzón? El eco de un verso de Raúl González Tuñón los retrata: “En los buzones desteñidos/ se recostó la compadrada” ¿Cuántos locos le echaron flores? ¿Cuántos lloraron abrazados a él? ¿Dónde estarán aquellos ebrios de soledades que mantuvieron estrechas conversaciones con los buzones? ¿aquellos mismos, que en la sombra que el buzón dibujaba en la baldosa, leían la hora exacta del otro Buenos Aires posible?

Esto es la elegía de los buzones de Buenos Aires, un lamento por su pérdida, una especie de despedida a aquella urna de plegarias paganas, de rezos con estampillas: ¿Cuántas veces los buzones nos ilusionaron con aquello de que los secretos de la vida tenían remitente? ¿Serán los buzones, satélites de todo lo que a veces intenta decirnos Buenos Aires? ¿Será su óxido, los soles de los días pasados, la estampilla del otoño porteño? ¿Será la boca del buzón un agujero negro que nos invita a aventurarnos a otros universos, mundos de la infancia eterna, galaxias remotas del barrio? ¿Cuántos  fantasmas y albas de Buenos Aires hubo coleccionado el buzón? ¿Cuántas lluvias y manifiestos de la intemperie caben en su inventario esquinero? “Si pudieras darte cuenta/ lo que encierra tanto sobre.../ la cita de cenicienta/ con algún príncipe pobre.../ O el dolor de tantas madres/ escribiéndole a los hijos/ que la guerra les llevó;/ o la esquela de la novia/ preguntándole a su novio/ por qué un día la dejó” (Fernando Carpio)

Los mismos que ignoran los buzones, son los que no se enteran de las aventuras del jazmín en el noviembre porteño, del girar contrarreloj de las calesitas, del diamante que es posible alcanzar contemplando el cielo porteño.
Esta es una elegía de los buzones de Buenos Aires, una especie de adiós al amigo que nunca faltó a la cita en aquella esquina de la inocencia, aquella esquina de milagros con posdatas.

 

 


10/19/2014

De la injusta omisión de Eva Perón en Mujeres Argentinas obra de Ariel Ramírez y Félix Luna


De la injusta omisión de Eva Perón en Mujeres Argentinas obra de Ariel Ramírez y Félix Luna
por Pedro Patzer
“En esta vieja cultura frita” Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

La historia oficial ha omitido la lucha emancipadora de los caudillos populares, sus manuales ignoraron a Felipe Varela, Chacho Peñaloza, Facundo Quiroga, entre otros. De mencionarlos eran retratados como salvajes. Del mismo modo la cultura oficial le ha dado a ciudades, pueblos, calles nombres de colonizadores mas ninguno de caudillos populares ¿Acaso existe en Buenos Aires un monumento a Felipe Varela, una plaza llamada Angel Vicente Peñaloza? Siempre los profesores de historia nos hablaron de la crueldad de la mazorca de Rosas. Coincidimos en ello, pero: ¿Por qué jamás se han referido al brutal degüello del Chacho Peñaloza, y de cómo su cabeza fue exhibida como trofeo de la civilización en la plaza de Olta? “Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses(Sarmiento)
Se supone que es la cultura la que debe recuperar del olvido algunos hechos y nombres, sin embargo, es ella la que muchas veces ha sido cómplice de la manipulación de la historia: el Facundo de Sarmiento hace de Quiroga un torturador: “Incapaz de hacerse admirar o estimar, gustaba de ser temido;pero este gusto era exclusivo, dominante, hasta el punto de arreglar todas las acciones de su vida a producir el terror en torno suyo, sobre los pueblos como sobre los soldados, sobre la víctima que iba a ser ejecutada, como sobre su mujer y sus hijos” La zamba La Felipe Varela de Ríos y Botelli hace del caudillo catamarqueño un asesino: “Galopa en el horizonte, /tras muerte y polvadera/ porque Felipe Varela/ matando llega y se va” Con estos antecedentes, entre tantos otros, no resulta curioso el caso de Mujeres Argentinas, obra de Ariel Ramírez y Félix Luna de 1969, dedicada a destacadas patriotas. Allí encontramos representadas musical y poéticamente a Juana Azurduy; Rosarito Vera, maestra; Dorotea, la cautiva; la gringa chaqueña; Alfonsina Storni; Guadalupe Cuenca, viuda de Mariano Moreno; Manuela Pedraza; Mariquita Sánchez de Thompson; todas mujeres de mérito ¿Pero no se olvidaron de alguien? Notable es la omisión de la argentina más universal de todos los tiempos: Eva Perón. ¿Con qué ritmos habría que musicalizar la canción de Evita? ¿Cabe Evita en una dulce zamba? ¿Le será propicio el misterio de la vidala?¿Acaso la emergencia ancestral de una baguala?¿La desesperación de la chacarera, el abismal desierto de la milonga, el río insurgente del chamamé y la canción litoraleña? ¿Será el tango el ritmo donde acunar el espíritu de Evita, o quizás el cielito que tanto masticaron los heróicos soldados de la independencia? ¿Será pues, el triunfo, ese ritmo lleno de derrotas, el apropiado por hacer música el alma de Eva? ¿Tal vez la cumbia villera, la murga, el cuarteto o una canción de rock nacional? ¿Qué guitarra, qué legüero, qué piano, qué violín, qué acordeona podría alcanzar su pasión? ¿Qué letra conseguiría ilustrar sus treinta y tres años de eternidad? ¿Qué plegaria musical se debiera hallar para rezarle a nuestra virgen pagana de la historia contemporánea? ¿Qué canción de pensión, qué oración de parroquia de pueblo  y de orfanato de provincia, qué grito de gol de potrero y de llanto de recién nacido en la modesta salita, qué vidrio roto por los niños del porvenir, qué secreto de juventud brindado por los viejos sabios, qué poema descamisado, cuántos versos descalzos, qué palabras parecidas al pan, que acordes similares a la sed?

La pregunta sigue aguijoneando nuestros corazones: ¿Por qué omitieron a Eva Perón de la obra Mujeres Argentinas? Quizás la respuesta esté en algunos silencios, en ciertas derrotas culturales, en la misma lógica de quienes quitaron del himno nacional argentino (original de 1813) sus versos más combativos: “¿No los veis sobre Méjico y Quito/ arrojarse con saña tenaz,/ y cuál lloran bañados en sangre/ Potosí, Cochabamba y La Paz?/ ¿No los veis sobre el triste Caracas/ luto y llanto y muerte esparcir?/ ¿No los veis devorando cual fieras/ todo pueblo que logran rendir?/ A vosotros se atreve, argentinos/ el orgullo del vil invasor./ Vuestros campos ya pisa contando/ tantas glorias hollar vencedor./ Mas los bravos que unidos juraron/ su feliz libertad sostener,/ a estos tigres sedientos de sangre/ fuertes pechos sabrán oponer”

10/10/2014

Juana Azurduy, mujer revolución


Juana Azurduy, mujer revolución
por Pedro Patzer

La justicia poética hizo que cerca de Potosí , y de su Cerro Rico que empobrecieron los reyes midas de la conquista, naciera una hija de la Pachamama, símbolo de la emancipación continental: Juana Azurduy
Asuntos fundamentales de nuestra indoamérica son femeninos: Mama Pacha, teleseada, chicha, vidala, zamba, chacarera, cueca, tonada, baguala, milonga, Kacharpaya, copla, piedra, montonera, mazamorra, siembra, cosecha, cordillera, vasija, querencia, salamanca, pampa, América. De hecho, uno de los nombres de la revolución de nuestra tierra tiene nombre de mujer: Juana Azurduy
La Azurduy nació un 8 de marzo, día de la mujer (otra metáfora poética de la Historia) aunque esa fecha se eligiera conmemorando a las mártires obreras de Nueva York, los latinoamericanos debemos resignificarla, y celebrar el día de la mujer por el nacimiento de la gran Juana. ¿Cuantas alabanzas y cantos de independencia han pasado de comarca a comarca a través de las Juanas? ¿Cuantos oficios y sabores se han transmitido a través de sus manos, cuántos de sus fervores han corregido la resignación de los hombres, cuántos brazos de Juanas han contenido a los huérfanos de la rebelión de Tupac Amaru, cuántas Juanas han interpretado la llamada ancestral de la América descalza, y han entregado sus hijos a la pasión continental? Juana Azurduy fue la primera ama de casa del continente, si es que entendemos por casa a la Patria Grande. ¿Qué mujer antes que la Azurduy hubo amado a esta tierra de esa manera? Pariente de los vientos aborígenes y del balbuceo de siglos de los andes, el cóndor la trajo del primer cielo, aquel que no tenía a la cruz del sur sino la huella del guanaco sideral. Si bien Juana era hija de don Matías Azurduy, un hombre acomodado, llevaba en su sangre los ríos ancestrales de su madre, doña Eula­lia Bermúdez, una chola de Chuquisaca. ¿Cuántos ecos de ceremonias indias, cuántos idiomas originarios, cuántos dioses de maíz y cerro retumbaban en el corazón de la Azurduy? ¿Habrá sido el corazón de la Juana un legüero de siglos, una caja en busca de la copla latente, el cántaro que combate a la sed que no quitan los ríos ,un fusil de los otros disparos: los que no matan, los que todo lo nacen? Oriunda del cósmico romance entre Pachamama e Inti, Juana Azurduy se ha convertido en madre de la estirpe de mujeres de la Indoamérica que amamantaron las rebeliones de los postergados “Las mujeres tenían prohibido meterse en los masculinos asuntos de la guerra, pero los oficiales machos no tenían más remedio que admirar el viril coraje de esta mujer” (Eduardo Galeano).
Del mismo modo que la Madre Tierra y el sol nativo la engendraran, el amor de Juana Azurduy y Manuel Asencio Padilla fecundó hijos de la resistencia, criaturas de la liberación americana, tal es así que perdieron a cinco de sus seis hijos en la guerra de la Independencia. De todas formas, Juana y Manuel tuvieron miles de hijos culturales, hijos del gran canto americano, como el poeta cubano José Martí: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar”
Juana Azurduy y Manuel Padilla combatieron el avance español en la región de Chuquisaca y las selvas de Santa Cruz de la Sierra. Parece que las selvas de esta parte del mundo tienen como destino cobijar a los hombres y mujeres de corazones libres. ¿Serán las selvas latinoamericanas santuarios revolucionarios, serán las selvas de aquí, templos donde el corazón humano busca el eco de la canción más libre, donde el pájaro del alma libertadora hace nido? Como a todos los que luchan por la libertad, a Juana y Manuel intentaron humillarlos, les arrebataron lo que los verdugos creyeron era todo: tierras, posesiones, sin embargo nunca pudieron quitarles ese sueño loco, esa riqueza que nadie puede robarle al humano cuando descubre el sentido de su vida, su manera de dignificar la existencia, no pudieron despojarlos del pan revolucionario. Tal es así que intentaron corromper Manuel , a lo que la gran Juana respondiera: “La propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, mas no a los que defendían su dulce libertad, como él lo haría a sangre y fuego” La lucha y dignidad de Manuel y Juana fue un ejemplo fundamental para nuestros libertadores, Simón Bolívar, manifestó: “Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”
Juana Azurduy , protagonista de la guerra de la independencia, comandó a los guerrilleros que liberaron al flagelado Potosí de la angurria de oro de los conquistadores españoles, por su coraje y su heroísmo el gobierno de Buenos Aires le otorgó, en 1816, el grado de teniente coronel,que hizo efectivo el revolucionario Belgrano al entregarle el sable correspondiente. Sable que la valiente Juana utilizara en la Batalla de Villar, donde fue herida y tomada “cautiva” por los españoles. Su Manuel consiguió liberarla, aunque él no pudo escapar de la muerte. A Manuel le tocó morir en plena primavera americana, no obstante Padilla fue una semilla lanzada en el viento de Abya Yala. Wikipedia indica que Manuel murió el 14 de septiembre de 1816, sin embargo los corazones rebeldes de este continente: los corazones que cantan justicia en Chiapas, que resisten en Honduras, que sueñan en Venezuela y Ecuador, que levantan las banderas de los de abajo en este sur del sur, anuncian que don Manuel permanece vivito y revolucionando.
Como San Martín, Belgrano y todos los que pelearon por la emancipación continental, Juana Azurduy terminó en la más absoluta la pobreza: "A las muy honorables juntas Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Charcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución. (...) Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede corresponderme".
Sabemos de los sendos cantos de cuna indios y campesinos entonados por madres que hacen dormir a sus hijos, la vida de Juana Azurduy es un canto de cuna, que nos ayuda a despertar a la Historia, que nos ayuda a florecer al amanecer americano, al destino que no es un decreto de los dioses sino una construcción de los hijos de la Pachamama y sus revoluciones.
¿Quién dijo que la Historia no escribe Poesía? Juana Azurduy nació el 8 de marzo (día de la mujer) y murió un 25 de mayo (día en que los argentinos conmemoramos nuestra revolución) El poema de la Historia es clarísimo: Juana Azurduy es la mujer revolución


9/22/2014

La desnudez

Hay que buscar un río sin nombre
y escuchar lo que canta
como el pájaro que ignora 
el nombre que los científicos le dieron a su especie
como el corazón que ama desdeñando 
a los por qué del mundo


pedro patzer

9/16/2014

El coloniaje nombrador


El coloniaje nombrador 
por Pedro Patzer

Todos los movimientos de almas, los ríos cruzados, los aludes sobrevividos, las ceremonias que persistieron, las espadas y cruces que no consiguieron detener el fervor de los ancestrales idiomas que alcanzaron nombrar lugares antes de que los mapas y cartógrafos le pusieran fronteras al horizonte, al canto, a los dioses, al viento, antes de que los cerrajeros de la lengua de los barcos impusieran sus candados ,antes de que el ferrocarril, el gran colonizador inglés, esparciera sus nombres, y de que el murmullo de la Remington se transformara en la plegaria del nuevo dios del desierto.
Nuestros antiguos, los habitantes de Abya Yala, fueron los primeros nombradores, de esta manera hallamos muchas localidades de nuestro país, que aún conservan su denominación indígena: Carhué, Trenque Lauquen, Quequén, Calamuchita, Ayacucho, Curuzú Cuatiá, Itatí, Guaymallén, entre tantas otras. Sin embargo, también encontramos muchas comarcas, no sólo las que tenían nombres aborígenes, sino también denominaciones gauchas, a las que se les ha cambiado el nombre por términos o apellidos extranjeros; por nombres que evocan otros continentes, otras culturas, otras maneras de relacionarse con la tierra. De este modo Huaique Nelo (“tiene sauces” en mapuche, aunque algunos lo traducen como “el que tiene lanzas”) pasa a llamarse , en 1879, Allen, en tributo al ferroviario británico Henry Charles Allen. De la misma manera, en plena tierra querandí, en Santa Fe, una localidad es bautizada: Armstrong, por Thomas Armstrong, uno de los pioneros en el desarrollo de la empresa ferroviaria. Similar suerte corre “Chañares”, comarca cordobesa a la que se le cambia el nombre por el de “James Craik”, en tributo al empresario inglés, que en 1881 ocupara la gerencia del Ferrocarril Central Argentino. ¡Qué misterio el del tren en la Argentina! Por un lado ha creado pueblos y por otro ha destrozado culturas, es decir, ha unido zonas distantes, y por otro ha fundado una distancia cultural, como colonizador cultural, no sólo por su recorrido unitario, teniendo a Buenos Aires como centro, sino también por esto de bautizar localidades con nombres foráneos.
Otro ejemplo del coloniaje nombrador es el caso de nombres de pueblos corresponden a estancieros que donaron “sus tierras”. En la Provincia de Buenos Aires, donde habitaban los indios pampas, se levantó una comarca denominada Jeppener, en honor al estanciero que donara terrenos ¿Siguiendo esta lógica, no debiera llamarse tierras de los pampas? Así encontramos muchas localidades con nombres de estancieros como: “Lezama”, “Ortiz Basualdo”, “Gándara”; siempre borrando la huella aborigen y gaucha. El historiador Norberto Galasso señala: “Se llegó a denominar algunos pueblos como si fueran regalos de cumpleaños, con nombres de recién nacidos o apodos familiares; así, los Tornquist dieron el nombre de su nena “Verónica” a la localidad vecina a Punta de Indio; Villa María debe su nomenclatura a María Ocampo, tía de Doña Victoria; el balneario Santa Teresita rinde homenaje a Teresa, la esposa de Luis Duhau y el pueblo “La Beba”, cerca de Rojas, se llama así porque “Beba” apodaban a Ángela Álzaga Unzué de González Guerrico, sobrina de María Unzué de Alvear, donante de esos terrenos...esa geografía al robársele su toponimia original, fue cada día más extraña para el argentino…”
Hay algo en esto de los cambios de nombres de los pueblos, que responde a la zoncera sarmientina, aquella de “Civilización y Barbarie”, siempre considerando civilizado lo extranjero y bárbaro lo nativo, de hecho fue al mismo Sarmiento, cuando en 1870, yendo en tren a Córdoba, pasa por la comarca, por entonces denominada “Fraile muerto”, al que le agarra un ataque de civismo y le cambia el nombre por el de Bell Ville, como se lo conoce hoy. Siguiendo la misma huella “civilizadora” o mejor dicho colonizadora, un paraje de la provincia de Buenos Aires que llevara por nombre “Chañar”, en 1865 por decreto del poder ejecutivo pasa a llamarse Lincoln, honrando a Abraham Lincoln, el asesinado presidente de los Estados Unidos. Del igual modo, una localidad cordobesa situada en el departamento Río Cuarto, se llama Washington. Y en medio del fervor ancestral de la cultura diaguita podemos hallar a Londres, pueblo catamarqueño.
El genocidio cultural, representado en la “matanza del desierto” llevada a cabo por Roca, tiene símbolos nítidos que rememoran aquella célebre carnicería, tal es así que un pueblo se lo bautizara Rauch, en tributo al militar prusiano Federico Rauch, al que wikipedia define livianamente como: “militar prusianoargentino que peleó contra los indios en la frontera y en las guerras civiles argentinas” Mientras que el escritor Osvaldo Bayer, da una definición más precisa de Rauch: “Ese coronel prusiano era de una crueldad terrible. A los indios les hacía el degüello corbatita para ahorrar en balas. Yo no podría vivir en una ciudad llamada así”
Señalamos como responsables de los cambios de nombres aborígenes y gauchos a los conquistadores, a los bárbaros civilizadores criollos y también a los herederos y alumnos del genocidio cultural: la última dictadura militar que arrasa con las denominaciones indígenas de pueblos y ciudades tucumanas, reemplazándolas por nombres que aluden a militares, de esta forma: Caspinchango, en la localidad de Monteros, es rebautizada como Teniente Berdina y Yacuchina, también en el departamento de Monteros, pasa a ser Capitán Cáceres.
Jauretche sostenía que la incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestro país ya que nos han educado señalándonos que el mundo comienza en el norte, por eso es necesario que para pensar como argentinos nos ubiquemos en el centro del mundo: “nunca seremos nosotros mismos si continuamos colocándonos en el borde del mapa” Tal vez debamos comenzar con los nombres de nuestros pueblos y ciudades, calles, trenes, escuelas, teatros; con los nombres de nuestros hijos, hasta que llegue el día en que decidamos ponerle al porvenir un nombre que se nos parezca, un nombre que se parezca a ese viento sin alambrados, a esa tierra donde no se considera dueño al estanciero,sino que se la vive como el sagrado escenario que la Pachamama le presta al humano.

9/05/2014

gracias Gustavo

Ha habido muy pocas cosas parecidas a Buenos Aires como Gustavo Cerati, su elegancia en medio de las crisis históricas, su cancionero de porvenir, en medio de un pasado que acecha. Y sobre todo, su cantar, a pesar de tanta fatalidad, su búsqueda de belleza,  en medio de la ruina...gracias Gustavo

8/28/2014

El país de Domingo Zerpa, el país de la puna


El país de Domingo Zerpa, el país de la puna 

por Pedro Patzer*
 
Los datos cronológicos indican que Domingo Zerpa nació cuando el siglo XX apenas tenía nueve años, en un diciembre de la puna. Se aclara esto ya que el diciembre puneño es parecido al pesebre donde naciera el hijo de un Dios, aunque en el diciembre del Jujuy profundo nacen hijitos de la Pachamama, entre vicuñas y mulas, sin reyes magos, pero rodeados de kollas que obsequian los viejos tesoros de inti y villancicos criollos que no son otras cosas que canciones de los llameros: “...soy llamerito puneño soy soldadito jujeño/ manso como agua e´laguna/ pero a veces soy un puma/ llamerito…”
Atahualpa Yupanqui definió a Domingo Zerpa claramente:  “Zerpa no buscaba la raíz. El traía consigo la raíz", y tal vez esto se deba a que un poeta nacido en uno de los santuarios de la puna, como Runtuyoc,  no tiene otro destino más que ser un sagrado lírico consagrado a los ritos paganos de su hermanos: “¡Juira juira! De repente, sobre el abra, se arrodilla el caminante ante un mojón, balbuceando quedamente estas palabras, esta súplica bañada en emoción: - ¡Pachamama, santa tierra, Pachamama/ de la Puna: io te juro ser tu esclavo, / si es que suben mis burritos y mis llamas, / sin cansarse ni gotita, el cerro bravo!”
Domingo Zerpa, hijo del inabarcable cielo de la puna, hijo de la copla criolla, hijo de toda la poesía que se aprende del silencio una pastora y de un labrador: “Mi madre es una pastora, mi padre es un labrador; él de su vida hace un grano, ella de su alma un vellón” El lírico jujeño construyó una obra poética con la tonada y el color de su gente, olvidándose de las convenciones y modas literarias, entregándose al misterioso sino del habitante de Abra Pampa: “Romance del Río Chico, / romance del Río Grande,/ el uno de pura nieve,/ el otro de pura sangre,/ y entre la sangre y la nieve,/ San Salvador de Jujuy,/ que Dios la proteja y guarde” Los versos de amor de Zerpa, no piden permiso a la gendarmería literaria, y aman como se ama en el altiplano: “Te ofrezco mi choza/ guaillada con iros,/ pircada con champas;/ te doy, como a nadie,/ los blancos corderos/ del corral de mi alma” La respiración de la poesía de Domingo Zerpa jamás se apuna, ella masca cosa, tiene el rumor del misachico y el silencio de las salinas, el oleaje de los pensamientos del que cuida su majada, el canto desesperadamente lento del arriero: “...Amados hermanos, repiten los cerros, como conmovidos por nuestras plegarias, hasta las estrellas tiemblan más medrosas y la luna llena se pone más blanca...” La poesía de don Domingo alcanza la cima de su raza (sin apunarse): “...la Puna tristona,/ desnuda, lejana,/ que esta en las alturas/ como nuestra Virgen/ de la Candelaria…”

La dictadura, en 1976, censura “ Los Arriendos” poema que Domingo Zerpa intentara grabar en un disco, obra que denuncia la pobreza y el desdén que padecen estos trabajadores de la puna: “Hace varios años,/ señor tata cura,/ que vengo escuchando tu sermón de Pascua;/ cada año la misma procesión doliente,/ y la misma queja que se va del alma./ Cada año la tierra desnuda y sedienta/ nos quita el granero, /nos priva del agua;/y en la altiplanicie pastores/ y arrieros bebemos las gotas piadosas de tu habla...Hace varios años,/señor tata cura,/que vengo escuchando tu sermón de Pascua;/ Mas hoy, ya no puedo/quedarme en silencio,/ que adentro me dicen /que grita con ganas
y adentro yo tengo,/ señor tata cura,/mis padres ancianos,/ mi esposa,/ mis guaguas”


La obra de Domingo Zerpa nace de la necesidad, sus poemas no se leen, sus poemas se oran: “Versos, versitos del alma mía/ para rezarlos todito el día./ Versos, versitos de la Quebrada/ aunque son de oro no valen nada/ Versos tristecitos como un "dios te salve"
que los hice anoche por no estar de balde”
Una de las formas de emancipación cultural, un guiño de independencia pedadógica es transitar los caminos de la poesía de Domingo Zerpa, que no nos invita a hacer turismo en la puna, sino que nos ofrece un espejo ancestral donde reconocernos.

8/25/2014

Kerruf Mapú, el país del viento



Kerruf Mapú, el país del viento
Por Pedro Patzer

El viento suele ser el biógrafo de los pueblos, aunque el poeta del pueblo suele escribir las memorias de los vientos. El viento de la Pampa desnuda sus libros ancestrales en la lírica voz de Edgar Morisoli: “En el imaginario de la América Austral, el viento es un gran pájaro insomne. El hombre y la mujer de las planicies centrales lo saben desde siempre, desde la maravilla o el terror iniciales, desde la temblorosa raíz de la inocencia”

Todos los ríos y todos los desiertos que habitan en el viento, los oriundos de las soledades pampeanas y sus forasteros; los que interpretaron lo que prefiere callar el caldén y los que aún esperan hallar la antigua canción del salitral. Todo, todo cabe en Kerruf Mapú, el país del viento, el poema de Morisoli: “Los confidentes del pampero custodian los signos de prodigio y misterio, conocen gestos o conjuros para propiciar al bronco señor de las vastedades esteparias. A veces lo seducen con un preludio de guitarra, con una canción, con un humo color olvido alzándose sobre las mahuidas o los médanos”

Hubo un tiempo en que el viento fue el gran enemigo del habitante de la Pampa, el que indagaba en sus abismos, el que averiguaba sus desasosiegos, el que desarrollaba su intemperie, el que lo empujara al éxodo: “Los pueblos huyeron en una diáspora alucinada. Hacia las remotas ciudades, hacia las calientes selvas del Norte, hacia cualquier lado lejos del espanto. Los que quedaron, los que resistieron, y algunos pocos que retornaron mucho después, cuentan hoy a sus nietos aquellos días de interminable rigor. “Los años malos” o “El viento grande” dan nombre a sus recuerdos”

Viento, primer escultor del mundo, anciano de aire que golpea las puertas del horizonte, antiguo morador del silencio humano que le has dictado al poeta Morisoli, el mapa lírico de tu patria errante: “¡Ventear el río en lontananza! ¡Ventear la luz feliz, el derramado sueño de los valles, el trémulo y menudo azul de los potreros en flor! ¡Facundia de maizales, aroma de lavanda y yerbabuena, sordo vibrar de abejas y sanjorges bajo la siesta de los manzanares! Allí el ángel o dios se torna duende, y mueve en brisabrisa al álamo temblón; corteja los racimos; arrulla a la primer hoja dorada sobre el tajamar de los silencios; y celebra, danzando, los esponsales del sietecolores. Ángel o demonio, el gran pájaro insomne canta para la soledad del corazón”

La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...