12/06/2007

MARTE

No nos vayamos nunca de Marte, de las Palmeras Salvajes, de la Rayuela en los pies fatigados de cielos y tierras; no, nos vayamos de Whitman, la hierba poética crece en lo no dicho; no, nos vayamos del océano balbuceado por Juan Ramón Jiménez, por el caluroso verano en los versos de Lorca, en las sandalias de los griegos a orillas de los volcanes de la humanidad. No, nos vayamos, ahí está lo que Dios calla, ahí, en el Aleph, en Cristo según Papini, en Denevi falsificando las verdades de este mundo, no nos alejemos de Gelman y su Rocinante rojo, de la vigüela de Martín Fierro y Yupanqui, por favor, ahí está la vida, el pájaro que insiste en lo que el vocabulario resigna, ahí está el alquitrán de uno mismo, la escalera con palomas, los versos de café de Álvaro Mutis, Las Mil y una Noches, primer libro del deseo; no nos alejemos de Bach y Gould jodiendo al ruidoso farfullar de los tanques, de Víctor Hugo poniéndole belleza al último día de un condenado, a Dalmiro dando instrucciones para callar la gran amenaza de los sellos y trámites en el desierto, no nos alejemos de los que venden universos en el tren Vía Quilmes, en el descenso del viejo equipo, en las palomas de plaza San Martín, burlándose de la arquitectura y los monumentos, no, no nos alejemos del ángel que murmura el verso, del diablo que dicta la página a medianoche, del vino del minero, de Mercedes Sosa emulando a las sirenas...no nos olvidemos de lo que somos, esa es la manera de seguir cambiando.

Pedro Patzer, a orillas del jazmín

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