Después de pasar los treinta (voy a cumplir en días 32) uno comienza a dejar de ser impunemente inmortal como cuando los veinte, ya los poemas son juguetes de constelación, se juega a Dios y a la nada en cada verso; las canciones son cartas que duermen en los umbrales de las casas abandonadas, el vacío y la totalidad acechan, el árbol de la utopía se ve más hermoso, porque uno ya tiene todo para dejar de ser su otoño y sin embargo, si uno sigue siéndolo, viendo los cadáveres de la juventud de aquellos que se fueron a la cifra de un paraíso racional, los fantasmas amarillos del libro y el café siguen siendo mis amigos, comparto secretos con el jazmín y la arena, ¿acaso soy el crepúsculo sobre la espalda de aquella muchacha? ¿Acaso soy la lluvia que huele el preso desde la celda donde la Biblia suda profetas?
- Siga escribiendo, y trate de vencer la cosquilla de la locura
algo huele a soledad, pan de soledad? quién lo sabe?
soy más mar que nunca, las posdatas nunca me gustaron…
todavía el mundo necesita que lo cambiemos, no pienso envejecer la niñez del verso, aquella de mis primeros catorce
- Siga escribiendo, y trate de vencer la cosquilla de la locura
algo huele a soledad, pan de soledad? quién lo sabe?
soy más mar que nunca, las posdatas nunca me gustaron…
todavía el mundo necesita que lo cambiemos, no pienso envejecer la niñez del verso, aquella de mis primeros catorce
Pedro Patzer
1 comentario:
La juventud el gran anhelo.
Publicar un comentario