9/19/2011

LOS MENDIGOS



“Hermano de gaviota, suerte de caracol./ Cegado por mil soles, besado por mil vientos, de andar triste y cansino, cual marcha de reloj.” escribió Ivo Pelay e inmortalizó el cantor de las cabecitas negras, Antonio Tormo
Cuando la mayoría se va a la cama (no a amarse, sino a dormir, a dar vueltas en el insomnio existencial o a contar ovejas del mismo rebaño, siempre del mismo rebaño) la ceremonia secreta de los mendigos se desata:
Lunas de cartón (satélites que eclipsan en destartalados changuitos de supermercado) latas donde los otros caviares sacian el otro hambre (el del agujero negro en el alma, el del fondo blanco en la mirada); botellas donde los brevajes de lejanos mundos, son posibles en este. Manjares heridos (panes de los más duros milagros, panes que no se mutiplican, más bien, panes que dividen) rosarios de monedas con los que oran los Cristos de la intemperie, naufragios dentro de botellas (donde el océano de vino barato jamás ofrece tablas, ni balsas) colchones donde Adán y Eva jamás morderían la manzana, esquinas donde la patria de los perros flacos declara su independencia. Porque mientras los edificios enseñan su desvelo de hormigón, los mendigos urden los otros monumentos de la ciudad, algunos dedicados a los próceres de los lunes en la conciencia, otros inspirados en las batallas históricas entre la publicidad y la Libertad interior, algunos más modestos que recuerdan el buraco en el alma de los pulcros cancilleres de la soledad y otros, santuarios del hueso que sobra del día, ermitas de las limosnas imposibles

Entre los carteles de comida light, un mendigo piensa:

- existirá el hambre light?

Entre la multitud ,que ante la primera gota carga sus paraguas y dispara al cielo, el pordiosero abre su boca y deja que la sed se apacigue (las lágrimas del cielo no son saladas)
Entre la multitud que se apretuja por llegar primera a la nada, los mendigos miran el otro reloj, el del sol en las fotografías , el del pájaro en la rama, y dejan que el verdadero tiempo los abrace
Los mendigos son pescadores en el mar de cemento, ellos saben cuando el oleaje de ciudad está apto para las delicias, aunque a veces sólo consiguen pescar zapatos rotos, zapatos de un viejo caminante que cruzó más allá del mapa (los hombres que consiguen habitar el más allá de los mapas, son automáticamente desterrados por los cartógrafos y por los censistas)
Los mendigos hacen sus nidos en los museos de la indiferencia, ahí, donde muchos miran al costado, y otros tantos creen que nada tienen que ver con la pobeza de esos hombres que arrastran las viejas banderas del mundo que perdimos, cada vez que alguien pasa hambre.
“Llevando como el caracol/ la casa a cuestas y al azar,/ van los linyeras, todos los días.” - vuelve a cantar Tormo, mientras los mendigos continúan siendo el paisaje invisible de muchos, y la ciudad misma de la conciencia, para otros.

PEDRO PATZER

1 comentario:

andres alvarado dijo...

qué buena búsqueda del misticismo en las ciudades, Pedro. mendigos, locos, poetas (los expulsados por los cartógrafos), a quienes luego la ciencia retornará para sentar sus bases.
un fuerte abrazo.

Los adioses

Por Pedro Patzer Escribo adioses, así en plural, como quien dice gaviotas, como si todos las despedidas fueran iguales, como si nos pudiéram...