La Canción Popular
por Pedro Patzer*
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A Leonardo Favio
Una canción popular se parece al humilde pesebre de Cristo y al burdel de provincia, goza de una profunda sencillez, aunque posee un sentimiento tan complejo como el mismo corazón humano, como la rústicas manos de un herrero que pueden dar la más sensible caricia a la guitarra.
Tal vez la canción popular sea lo más parecido al pájaro que un hombre pueda crear. Pero no a los pájaros lejanos que le temen a la gente, sino a los pájaros curiosos que buscan migas de vida entre lo humano. El poeta Edgar Morisoli afirma que la diuca no canta porque amanece en la Pampa, sino que en la Pampa amanece porque canta la diuca. Lo mismo podemos señalar de las canciones populares, ellas de alguna manera son amaneceres de los sentimientos de la gente, porque las canciones populares acompañan al pueblo en medio de sus soledades crónicas, son canciones antorchas, obras tan simples como amasar un pan pero tan hondas y complejas como todo lo que simboliza el pan. Porque las canciones populares se entonan en pensiones famélicas, donde el mundo ni siquiera tiene fuerzas para acabar (ni para comenzar del todo) Canciones que se alzan en calabozos, a canto armado, canciones subversivas de sol y flores, de vida; canciones con estribillos de libertad, canciones que nos enseñan a caminar, que nos ayudan a vivir y que nos preparan para morir.
A veces las canciones populares son espejismos en el desierto. Muchos dirán: “pero los espejismos son sólo ilusiones”. Pero amigos, a veces hacen tanta falta las ilusiones, un hombre sin ilusiones goza de la pobreza más desnuda.
La canción popular sabe más a guiso que a rosas, más a plazas que a teatros, más a vino de minero que a champán de empresario. Ella tienen la virtud de andar con zapatos baratos, siempre caminando el barrio, a veces en la fábrica, otras en las universidades.
Una canción se recibe de popular cuando es silbada por un obrero, cuando un cartero la tararea de carta en carta, cuando un lustrabotas le saca brillo mientras pone a punto las armas del caminante.
Muchos aseguran que una auténtica canción popular debe ser coreada en la cancha, yo prefiero pensar que una auténtica canción popular acompaña en el más profundo silencio a las masas, está presente en el silencio del que despide a un ser amado, está presente en los andenes y en las terminales, en los lunes del desempleado, en el amanecer de la ramera, en la guardia de la salita donde el pariente del paciente espera un diagnóstico, en el exilio de muchos, en la nostalgia de otros. Y por supuesto, en el silencio de dos que se aman.
Una canción popular alcanza lo que la lluvia en un techo de chapa, lo que sugiere el fantasma del tren en la estación abandonada, ella tiene algo de casa de adobe y de ermita de santo pagano. La canción popular posee la misma tristeza del vagón de carga y la misma alegría del adolescente en primavera. Ella sabe dar sombra para el peregrino del desierto y sabe convidar calidez para el que tiene invierno en el alma. La canción popular no se hace en laboratorios, ella es hija de la vida, es fruto del árbol sagrado que el humano lleva dentro, es un ejercicio de redención. |
SOY PEDRO PATZER. ARGENTINO, LATINOAMERICANO! MI ABUELO VINO EN UN BARCO PERO YO VENGO DE MÁS LEJOS,MI DESTINO ES LA PACHAMAMA
11/17/2012
La Canción Popular
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