6/28/2013

El guiso y el invierno del alma


El guiso y el invierno del alma
por Pedro Patzer*
 
El guiso es algo más que una comida, es el sinónimo de la palabra madre que se alcanza en el paladar. El sabor del abrazo que, cuchara a cuchara, nos quita el invierno del alma. El puente que une las orillas del gusto del mundo que perdimos y del gusto del nuevo mundo que podemos fundar en la ternura.
En el guiso persisten las horas consejeras de la abuela, y el sol del barrio, la pelota de trapo y la niñez de peluche. Porque el guiso es hijo de los patios y de la revoluciones de témpera, tiene algo de bicicleta y algo de rayuela, algo del Dios cotidiano y, algo del oro que el cartonero encuentra a diario. El guiso se parece al picado de potrero, conserva el gustito que carecen los fríos estadios y, también tiene algo de los viejos cines de pueblo, es pariente de la inocencia del balero y primo hermano del tuco dominguero.
El guiso no sólo se hace con sus clásicos ingredientes, pues el guiso necesita algo de esa nostalgia que el jazmín alcanza en el noviembre porteño, o de la melancolía que en los puertos desata el alba, o de los dibujos ,que en los pupitres de la escuela, los niños trazan el testamento de la infancia.
El guiso consigue su sabor casero, cuando acumula mayos, julios, nietos que llegan y abuelos que nos dejan, historias de andenes y tangos masticados luego de algunos vinos.
¿Cuántos años de truco y taba tiene el guiso? ¿Cuántos bodas de campo y cumpleaños de pueblo?
Sin embargo, el guiso es poción de resistencia. Todos somos ricos cuando en la cacerola el guiso exhibe su generosos tesoros: su perfume a hermandad, su burla de la intemperie, su cancionero de arroz, su folklore de lentejas, su comedia de fideos, sus manifiestos de papa, sus verdades de carne
El guiso es tan popular, que no se permite estar en los restaurantes de lujo, el guiso es protagonista de comedores, pensiones, casonas, porque el guiso, tiene el sabor de la gente que lo hace. Por eso hay guisos troperos y carreros, guisos de escuelas y guisos de presos.
Porque el guiso es la patria que se aprende y enseña con el amoroso sacrificio y la poderosa esperanza del que va entregándole de a poco, un nuevo gusto a la vida.

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