7/17/2016

Al trovador Santos Vera Guayama


por Pedro Patzer


Mientras los ríos del bla bla bla inundan las calles
y los desiertos de los pregones colonizados los actos institucionales;
los ríos musicales de los huarpes, la sed cultural de los antiguos
serpentean en el alma de este trovador, Santos Vera Guayama.
¿Acaso su alma es el eco del profundo silencio de su tatarabuelo, el caudillo Santos Guayama, el gaucho que murió nueve veces?
Y no es que fuera un superhombre o un semidiós, sino que ante la pregunta de la autoridad que lo perseguía:
- Es usted Santos Guayama?
Los gauchos, los nadies, los Martín Fierro, respondían: sí!
Guayama era ellos y ellos eran Guayama.
La muerte de cada uno de ellos, era una muerte de Guayama, porque la muerte de Guayama era la muerte de todos ellos.
Más de un siglo después de la novena muerte de Santos Guayama, en 1879: podemos reconocer que los otros Guayamas siguen siendo perseguidos; los Guayamas a los que no se les respeta su lengua y su cultura; los Guayama a los que no se les respeta sus tierras y sus ríos; los Guayamas desempleados, pacientes de hospitales arrumbados. Es decir, más de un siglo después, los mismos verdugos de siempre siguen matando a los mismos Guayamas.
Sin embargo, Guayama murió nueve veces, pero nació miles de veces.
Santos Guayama nació en Buenaventura Luna y en Atahualpa Yupanqui; Guayama nació en Discépolo y en Mercedes Sosa, Guayama nació en su tataranieto, que consigue interpretar ese viento cordillerano que fue el espíritu de su tatarabuelo y lo hace arpegio profundo en su guitarra huarpe, y lo hace plegaria indoamericana en su voz tan desnuda como el ropaje de los libres.

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