El silencio
por Pedro Patzer
Dejame que me calle con un silencio tuyo – escribió Neruda. Y es cierto: ¿quien no quisiera poblar el silencio de ciertos espíritus?
¿Qué aullidos de continentes socavaron los silencios de San Martín y el Che? ¿Qué vientos de otros mundos interpelaron al silencio del último resero?¿Qué alarido de comarcas habitó el silencio de Mercedes Sosa? ¿Qué árbol creció en el silencio del viejo hachero?¿Qué chacarera cósmica enloqueció al silencio de Chazarreta? ¿Qué secreta melodía de los días irrumpe en el silencio de los moribundos? ¿qué sinfonía de cóndor y abismo puebla el silencio de la coplera vallista? ¿Qué paisaje insiste en el silencio del hombre en el calabozo? ¿Cuántas monedas de soledad caben en el silencio del mendigo? ¿Cuántas plegarias de agua soporta el silencio del habitante de la sequía? ¿Cuántas canciones de piedra y polvo persisten en el silencio del minero? ¿Cuántas ecos de los otros bullicios invaden al silencio del baqueano? ¿Cuántas aguafuertes de los caminos se componen en el silencio de los descalzos? ¿Cuántas lecciones de Historia soporta el silencio del herido de bala? ¿Cuántas parábolas y poemas resisten el silencio del pan que falta? ¿Cuántos anónimos mártires de esta América desprecian el inhumano silencio de la estatua?
Nos enseñan a hacer música, a leer y a escribir, a bailar, a boxear, a trabajar, a tener una mascota; nos anestesian, nos dan un número de identidad, nos ponen nombre, un estado civil, nos imponen un Dios, un paraíso y un infierno, una cultura, una idea del bien y el mal, unos impuestos que pagar, una condena que cumplir, unas reglas del juego que respetar, sin embargo nadie se preocupa por enseñarnos a sumergirnos en el silencio. De niños nos enseñan el abecedario mas nunca el lenguaje del silencio, su gramática de altos corazones, sus verbos de viejos sabios contemplando el confín, sus rimas de pájaros nocturnos, sus manuales de polizones del gran ruido del mundo.
El silencio muchas veces ha sido bastardeado, de hecho, en las épocas oscuras de nuestro país, el silencio fue sinónimo de temor y complicidad: “El silencio es salud” repetían los represores.
Al silencio también se lo asocia con la soledad, Yupanqui decía : “Le tengo rabia al silencio/ por lo mucho que perdí/ que no se quede callado/ quien quiera vivir feliz” Romildo Risso, en Los Ejes de mi Carreta, sentencia: “No necesito silencio. Yo no tengo en qué pensar”
Debemos recuperar la idea sagrada del silencio, transitar sus parajes reflexivos, sus arrabales de ausencia y sabiduría, hallar los mapas de sus tesoros, esos que no son otra cosa más que las canciones existenciales que arrastramos por esta ruidosa travesía. Quién no conozca la verdadera dimensión de su silencio, jamás alcanzará la auténtica naturaleza de su palabra.
Dejame que me calle con un silencio tuyo – escribió Neruda. Y es cierto: ¿quien no quisiera poblar el silencio de ciertos espíritus?
¿Qué aullidos de continentes socavaron los silencios de San Martín y el Che? ¿Qué vientos de otros mundos interpelaron al silencio del último resero?¿Qué alarido de comarcas habitó el silencio de Mercedes Sosa? ¿Qué árbol creció en el silencio del viejo hachero?¿Qué chacarera cósmica enloqueció al silencio de Chazarreta? ¿Qué secreta melodía de los días irrumpe en el silencio de los moribundos? ¿qué sinfonía de cóndor y abismo puebla el silencio de la coplera vallista? ¿Qué paisaje insiste en el silencio del hombre en el calabozo? ¿Cuántas monedas de soledad caben en el silencio del mendigo? ¿Cuántas plegarias de agua soporta el silencio del habitante de la sequía? ¿Cuántas canciones de piedra y polvo persisten en el silencio del minero? ¿Cuántas ecos de los otros bullicios invaden al silencio del baqueano? ¿Cuántas aguafuertes de los caminos se componen en el silencio de los descalzos? ¿Cuántas lecciones de Historia soporta el silencio del herido de bala? ¿Cuántas parábolas y poemas resisten el silencio del pan que falta? ¿Cuántos anónimos mártires de esta América desprecian el inhumano silencio de la estatua?
Nos enseñan a hacer música, a leer y a escribir, a bailar, a boxear, a trabajar, a tener una mascota; nos anestesian, nos dan un número de identidad, nos ponen nombre, un estado civil, nos imponen un Dios, un paraíso y un infierno, una cultura, una idea del bien y el mal, unos impuestos que pagar, una condena que cumplir, unas reglas del juego que respetar, sin embargo nadie se preocupa por enseñarnos a sumergirnos en el silencio. De niños nos enseñan el abecedario mas nunca el lenguaje del silencio, su gramática de altos corazones, sus verbos de viejos sabios contemplando el confín, sus rimas de pájaros nocturnos, sus manuales de polizones del gran ruido del mundo.
El silencio muchas veces ha sido bastardeado, de hecho, en las épocas oscuras de nuestro país, el silencio fue sinónimo de temor y complicidad: “El silencio es salud” repetían los represores.
Al silencio también se lo asocia con la soledad, Yupanqui decía : “Le tengo rabia al silencio/ por lo mucho que perdí/ que no se quede callado/ quien quiera vivir feliz” Romildo Risso, en Los Ejes de mi Carreta, sentencia: “No necesito silencio. Yo no tengo en qué pensar”
Debemos recuperar la idea sagrada del silencio, transitar sus parajes reflexivos, sus arrabales de ausencia y sabiduría, hallar los mapas de sus tesoros, esos que no son otra cosa más que las canciones existenciales que arrastramos por esta ruidosa travesía. Quién no conozca la verdadera dimensión de su silencio, jamás alcanzará la auténtica naturaleza de su palabra.
PUBLICADO EN www. boletinfolklore.com.ar
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