Hotel cinco pulgas , hotel cinco agujeros, hotel cinco ratas, hotel cinco telarañas, hotel cinco fantasmas
por Pedro Patzer
“Vos sabés cómo es la vida que se lleva en los hoteles: durmiendo, mirando el techo, garabateando papeles” - escribió el poeta cordobés Daniel Salzano
Junto a la iglesia, el cementerio, la municipalidad, y la comisaría, el hotel conforma el paisaje cívico de un pueblo. No me refiero a las grandes cadenas hoteleras, sino a los hoteles modestos, aquellos que no son catalogados con estrellas, sino con pulgas: Hotel cinco pulgas , hotel cinco agujeros, hotel cinco ratas, hotel cinco telarañas. Aunque los que verdaderamente me interesan son los hoteles cinco fantasmas: Hoteles que tienen algo de barcos jamás construidos, hoteles que poseen ciertas nostalgias de las ciudades que nunca hemos visitado; hoteles que huelen a la infancia de personas que no hemos conocido; hoteles donde los espejos bostezan nuestra imágenes; hoteles donde los retratados en los cuadros parecieran pedirnos socorro (y nosotros sospechamos que fueron condenados al barro del color); hoteles con pájaros que sólo saben una canción (la misma que todos conocen); hoteles donde los muebles recitan sonetos tétricos; hoteles en los que las cañerías reproducen quejas de quién sabe qué alma; hoteles donde los empleados visten como guardas de un tren que siempre hace el trayecto hacia ninguna parte; hoteles en los que el piso de madera urde el inventario de los pasos perdidos; hoteles donde los Lugones beben sus venenos y las Alfonsinas escriben afiebradas cartas de amor; hoteles en los que los relojes envejecen hacia el amarillo; hoteles donde la lluvia hace imperios; hoteles en los que las biblias y los calefones se devoran a la poesía de Discépolo; hoteles donde jamás ha nacido nadie pero donde muchos han muerto; hoteles sin amantes aunque con matrimonios parecidos a la humedad; hoteles con sillones donde el Rey siempre abdica; hoteles que huelen a sopa fría (o a puchero de viuda); hoteles con teléfonos antiguos y negros (como los diálogos de las viejas películas de Tita Merello); hoteles con cortinas que se asemejan a la bandera de la nación que sólo duró un invierno; hoteles con patios donde los niños nunca juegan (aunque la vida siempre juega a las escondidas); hoteles con alfombras que jamás fueron mágicas; hoteles con ventanales donde el río se ha evaporado; hoteles con reglamentos urdidos por tiranos de pueblo; hoteles con mucamas que jamás consiguen limpiar la tristeza; hoteles donde Dios parece más callado y la primavera proscripta
Junto a la iglesia, el cementerio, la municipalidad, y la comisaría, el hotel conforma el paisaje cívico de un pueblo. No me refiero a las grandes cadenas hoteleras, sino a los hoteles modestos, aquellos que no son catalogados con estrellas, sino con pulgas: Hotel cinco pulgas , hotel cinco agujeros, hotel cinco ratas, hotel cinco telarañas. Aunque los que verdaderamente me interesan son los hoteles cinco fantasmas: Hoteles que tienen algo de barcos jamás construidos, hoteles que poseen ciertas nostalgias de las ciudades que nunca hemos visitado; hoteles que huelen a la infancia de personas que no hemos conocido; hoteles donde los espejos bostezan nuestra imágenes; hoteles donde los retratados en los cuadros parecieran pedirnos socorro (y nosotros sospechamos que fueron condenados al barro del color); hoteles con pájaros que sólo saben una canción (la misma que todos conocen); hoteles donde los muebles recitan sonetos tétricos; hoteles en los que las cañerías reproducen quejas de quién sabe qué alma; hoteles donde los empleados visten como guardas de un tren que siempre hace el trayecto hacia ninguna parte; hoteles en los que el piso de madera urde el inventario de los pasos perdidos; hoteles donde los Lugones beben sus venenos y las Alfonsinas escriben afiebradas cartas de amor; hoteles en los que los relojes envejecen hacia el amarillo; hoteles donde la lluvia hace imperios; hoteles en los que las biblias y los calefones se devoran a la poesía de Discépolo; hoteles donde jamás ha nacido nadie pero donde muchos han muerto; hoteles sin amantes aunque con matrimonios parecidos a la humedad; hoteles con sillones donde el Rey siempre abdica; hoteles que huelen a sopa fría (o a puchero de viuda); hoteles con teléfonos antiguos y negros (como los diálogos de las viejas películas de Tita Merello); hoteles con cortinas que se asemejan a la bandera de la nación que sólo duró un invierno; hoteles con patios donde los niños nunca juegan (aunque la vida siempre juega a las escondidas); hoteles con alfombras que jamás fueron mágicas; hoteles con ventanales donde el río se ha evaporado; hoteles con reglamentos urdidos por tiranos de pueblo; hoteles con mucamas que jamás consiguen limpiar la tristeza; hoteles donde Dios parece más callado y la primavera proscripta
PUBLICADO EN http://www.boletinfolklore.com.ar/
1 comentario:
Buen blog!
Saludos
www.tonydigitalart.blogspot.com
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