2/16/2007

VOLVER A CONCEBIRME


Me pasó algo hermoso. Abrí un cuaderno de hace cinco años atrás. Y encontré que había escrito esto. Mi querida Argentina estaba en plena crisis, y yo trazaba en un papel lo siguiente:



Fotografías - Pedro Patzer

Los otoños solían instalar fotografías azules en las muecas del soldado que agonizaba en la tristeza del rostro del anciano de piedra.
Los retratos de las damas muertas sudan un raro febrero en el invierno que se posa en las manos del pianista de un cabaret donde el seno de Magdalena recoge toda la historia de las exactas matemáticas erizando el diente que muerde al incesto.
Un tanguero se ahorca en el estribillo de la sombra que silba una mujer especialista en el espionaje en el deseo ajeno, mientras los árboles cortan las películas del cielo y los pájaros mueven el naranja acentuado por las últimas sílabas del crepúsculo. Los caracoles creen en la propiedad privada.
El profesor quema sus libros como quemando las naves , como dejando atrás la posibilidad de volver a saberlo casi todo, teniendo la urgente necesidad de aprender a ignorarlo todo, de accidentarse la piel con el mundo, de reclamar la metáfora que habita en el escándalo transparente de la percepción.
El anciano evita conjugar en pretérito imperfecto los pocos verbos que respira y el poeta quien instala sus oficinas en las pupilas de una mujer rota en los cuadernos del viajero hacia el nunca.
El escritor maldito le cambia la dentadura blanda a la máquina de escribir un idioma en la galaxia que transpira historia sobre el trópico de cáncer y capricornio.
La abuela llena las botellas con el licor del santo hombre que la principió en el pecado de fabricar pecadores. Las maderas de la vieja casa traducen al insomnio de aquellos antiguos niños que se treparon al anterior árbol que la hizo.
El futuro nos espera con sus indumentarias de espectros, sólo algunos le provocan cosquillas al abismo, los otros continúan adelgazando paraísos , masticando ángeles, desayunando sustantivos que sólo los hace mencionar cosas que no existen más allá de las cosas.
Hay gafas que nos permiten ver el revés del paisaje, nos dan las posibilidad de postular como paradigma a la lógica de la nube, a la piel de las campanas en las frías estaciones patagónicas donde el ferrocarril carga amarillo para exportar a los libros viejos o a las velas o al color que las mejillas de la madre tienen en la memoria.
Posibilidades:
a) existir en múltiples formas
b) existir sólo de una forma clausurando cualquier posibilidad de existencia paralela.
c) no existir
Son los detalles donde resolvemos nuestra existencia. Es decir, el bigote desafinado del cartero que cuando niño nos aproximaba a otras posdatas, nos dirigió la vida hacia la elección de ser un viajero de espiritu desprolijo o en las primeras clases de literatura en la escuela cuando contemplabamos inicialmente una fotografía de Cortázar, como niños pensabamos : " Dios duerme la siesta en la barba de Julio Cortázar" y ahí nuestro delirio de quemar corchos y hacernos las barbas de Cortázar para que dios tembién pudiese dormir la siesta en ella.
Recuerdo las gafas verdes del anciano que parecían tatuar en sus anchos cristales el desesperado gesto verde del bosque o la pulcritud que en sus manos tenía el abogado que defendió al cruel torturador o el pegamento que deja en su baba sobre los afiches que publicitaban el recital de Gardel en Cemento.
Detalles como la botella verde que en Navidad la tía vaciaba para anunciar su horóscopo de sidra para el año venidero o el candado contiguo al cartel que reza " en venta" en la casa donde una adolescente ejercitó su tacto en mi primer ensayo de hombre.
Algunos deciden no existir,eligen estar parcialmente muertos, parcialmente vivos: mueren en un color, en alguna palabra esdrújula, en las naves que las plegarias empujan hacia el escalafón de náufrago. No logran ver la realidad que se esconde en un hombre, la realidad de ser una infinita posibilidad, de tener buques que lo esperen en algún puerto, de poder ser un agregado cultural en el barrio latino de la Luna o ser quien escriba la biografía del primer hombre que transpira castillos y llora osos que tiene la capacidad de ser un soldado del eclipse, un traductor de las sirenas del charco del patio que llueve eternamente desde mi muerte hasta mi infancia o simplemente ser un hombre que llora al ver las cerraduras o llora al contemplar que le ponen cifras al calor y llora al ver los patos hechos cerámicas de cocina o al escuchar las ofertas que los hombres le hacen a la historia.
pd: Dios gatea en la maravilla de las palabras

1 comentario:

Eritia dijo...

Hermoso lo que te pasó, Pedro. Hermoso lo que escribiste cinco años atrás y hermoso es que lo compartas.
Si es legítimo elegir; voy por la alternativa a):existir en múltiples formas. Si no lo es, elijo, entonces, dos veces la "a"...

Un beso.

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